La estratégica ubicación del Port de Sóller ha sido históricamente punto de mira de las fuerzas militares que han dominado el Mediterráneo. El enclave geográfico en mitad de la costa norte de la isla y el refugio que proporciona a los navegantes durante los temporales han sido motivos por los que la bahía de Sóller sea un puerto de interés para la gente que se dedica al mar. Lo fue en el pasado y continuará siéndolo. Este interés motivó que el ministerio de la Marina dictase el 14 de abril de 1937, hace ahora 75 años y en plena guerra, la orden por la que se creaba la base naval del Port de Sóller para el refugio de los submarinos de guerra.

En su época de mayor apogeo llegó a albergar hasta un millar de soldados de marina. Fue base permanente del destructor naval Almirante Miranda y el último puerto de donde zarpó el submarino C4 antes de su fatal hundimiento frente a las costas sa Calobra, accidente en el que pereció toda la tripulación tras unas fallidas maniobras militares.

El nacimiento de la base militar se produjo en plena Guerra Civil cuando navíos de ambos bandos se disputaban el domino del Mediterráneo, clave para la victoria, que al final se decantó hacia los nacionales. Pero el interés militar del Port no surgió durante la guerra fratricida. Existen referencias de que en 1925 el Port ya acogió algunos submarinos alemanes que atracaron en sus aguas para repostar el carburante que les suministraba el financiero Joan March. Por aquel entonces Europa estaba sumida en la Gran Guerra.

Base de submarinos

La base del Port se creó con la intención de dar refugio y aprovisionamiento a los submarinos del bando nacional y sus colegas italianos que participaban en la Guerra Civil.

Para su creación, la Marina expropió los terrenos de lo que hasta entonces era la capitanía marítima, las aduanas, el cuartel de los carabineros, el convento de monjas de Santa Catalina de Alejandría, la escuela pública y varios edificios y terrenos más. La Armada compró también la pequeña parroquia de Sant Ramon de Penyafort y años más tarde colaboró sufragando parte de las obras del templo actual.

La base también se apoderó de los muelles que había ampliado el ministerio de Obras Públicas en 1930. Tras la toma de posesión de los terrenos, empezó a edificar los cuarteles, perforar túneles y levantar el edificio principal de marinería, que fue derribado en 2007. Su primer comandante fue Joaquín Pry y Junquera.

Sus instalaciones acogieron en su momento de mayor esplendor cerca de mil soldados y fue sede hasta el febrero de 1972 de la escuela de armas submarinas Bustamante, donde sus alumnos aprendían el manejo de torpedos y otras municiones usadas por los sumergibles. La escuela se instaló en el antiguo convento de monjas, hoy transformado en el Museu de la Mar.

Muchos sollerics aún recuerdan con nostalgia cómo los muelles de la estación naval fueron sede durante más de treinta años del destructor Almirante Miranda, que en 1970 hizo su último viaje hacia Cartagena para su desguace. Llegó al Port en la primavera del año 1940 como parte de la "flotilla aneja a la escuela de armas submarinas" y en su interior trabajaban 120 personas. Participó en numerosas maniobras navales y durante la Guerra Civil formó parte de una flota de navíos de guerra que encabezaba el crucero Baleares. Durante unos treinta años, la base de aprovisionamiento, (también denominada posteriormente como base naval, estación naval y destacamento naval) tuvo a su cargo una zona de la bahía de Alcúdia.

El esplendor de la base durante las décadas de los años 40, 50, 60 y 70 se reflejó por las calles de Sóller, donde era prácticamente imposible no cruzarse con algún soldado de la Armada impolutamente vestido de blanco con su gorra a juego.

Declive de la instalación

Los cines de la localidad se llenaban cada domingo –a pesar de que la base tenía el suyo propio- y los tranvías especiales transportaban el personal hacia el cuartel en sus horas libres. Pero poco a poco la base del Port de Sóller fue perdiendo fuelle. Y también soldados.

A finales los años setenta y durante los ochenta entró ya en una fase de decadencia y sus instalaciones fueron quedando en desuso. La entrada de España en la OTAN presagió que la base podría recuperar interés por su ubicación estratégica. Pero al final su muerte se iba haciendo más evidente hasta que a principios de los años noventa dejó de ser punto estratégico para la defensa nacional. En 1992 el ayuntamiento de Sóller solicitó su reversión.

No fue hasta 1998 cuando el deseo de muchos sollerics se vio colmado y el ministerio de Defensa cedió 25.000 metros cuadrados de la estación para su uso público, incluido el muelle principal.

La cesión parcial de las instalaciones militares fue entendida por muchos como el principio del fin de la presencia de la Armada en el Port. Pero sus pronósticos erraron puesto que a partir de finales de los años 90 la estación entró en un nuevo resurgimiento.

Visto que su utilidad militar ya no tenía cabida, el recinto se fue transformando en una residencia vacacional para los militares de Marina.