Costó más de lo previsto, pero tras algunos problemas técnicos, a las tres y cuarto de la tarde un grupo de operarios de la empresa navarra Erri-Berri SL, lograban izar la primera pieza de hormigón del puente elevado del Riuet de Porto Cristo, operación que se repetirá en decenas de ocasiones durante esta semana hasta dejar la infraestructura con solo su armazón metálico.

Pasaban algunos minutos de las doce del mediodía, cuando dos grandes camiones grúa entraban uno por cada extremo del puente y avanzaban marcha atrás hasta situarse en el centro. Mientras tanto, dos pancartas amarillas de dos por dos metros se suspendían mediante cuerdas a ambos laterales, prohibiendo el tránsito marítimo bajo la obra mientras dure el despiece efectivo.

La estrategia, planificada todo este pasado fin de semana, consistía en, tras efectuar hasta ocho cortes longitudinales durante los últimos siete días, realizar pequeñas acequias transversales de hasta 25 centímetros de profundidad que dividieran la superficie del puente en trozos de entre 4.000 y 5.000 kilos de peso. Paralelamente, se agujereaba el hormigón para que la grúa pudiera enganchar las piezas y trasladarlas hasta un aparcamiento cercano, para su doble triturado, previo paso para su transporte a Manacor para su reciclado.

Momentos de incertidumbre

Esta es sin duda la etapa más espectacular de un proceso al que le quedan cuatro semanas y que cuenta con un presupuesto total de 276.000 euros. Después de tres horas con ambos camiones ya desplegados esperando, radiales equipadas con discos de 1,6 metros de diámetro, tuvieron que emplearse a fondo para acabar de cortar los surcos dejados y liberar cada trozo de puente. Algunos de ellos quedaron encallados en la piedra, teniendo que ser liberados entre varios hombres.

Dos trabajadores más se aseguraban, a través de una plataforma elevada, de que la red instalada en la parte baja de la obra estuvieran en condiciones y liberada del peso del agua acumulada en el interior, procedente de las operaciones de transformación con líquido del polvo de los trabajos en barro.

Alertados por el ruido constante en plena comida, muchos vecinos y turistas curiosearon desde balcones, azoteas o a pie de calle, extrañados de un proceso que acabó en aplausos después de la tensión.