El pasado día 2 de setiembre, tras ser trasladada la reserva eucarística de la capilla del convento al sagrario de la parroquia, las tres religiosas franciscanas que lo habitaban cerraron, de forma definitiva, la casa conventual de Lloseta y marcharon a otros destinos de la congregación. Ellas fueron sor Piedad Pradillo que pasó al convento de Calonge, sor Francisca Mir al de Santa Eugènia y sor Eulalia Barber al de Sa Pobla. En total, la orden franciscana de religiosas habrá estado en Lloseta por espacio de 150 años. Los motivos del cierre del convento se repiten: envejecimiento de las monjas y falta de vocaciones. En la zona de Inca solamente a esta congregación le quedan dos conventos abiertos, el de Lluc y el de Selva.

Ayer las religiosas volvieron a Lloseta, no para quedarse de nuevo, sino para recibir el homenaje de todo el pueblo por sus largos años de servicio. A las siete de la tarde se inició una misa en la parroquia oficiada por el párroco, Joan Cózar, acompañado por el sacerdote Bartomeu Mulet. En la homilía se recordó el importante servicio a la parroquia especialmente en el cuidado de los ornamentos religiosos y en el decoro del templo y el servicio a los más necesitados. En el acto, además de numerosos fieles, estaba presente la Corporación municipal y un numeroso grupo de religiosas, al frente de las cuales estaba la delegada en Balears de dicha congregación, sor Miquela Ollers.

El alcalde de Lloseta, Bernat Coll, recordó la labor educativa, el servicio que prestaban a los enfermos, y las 43 jóvenes de la localidad que tomaron el hábito de esta congregación. No faltó la entrega de una placa y el refrigerio.