Los visitantes de otros municipios que iban llegando desde primeras horas de la mañana hasta Inca se mostraban satisfechos por el ambiente y la organización del Dijous Bo, sobre todo aquellos menos habituales a la cita, que esperaban un mercado más concentrado y diferenciador y echaban en falta un giro más efectivo hacia el producto tradicional.

"Nos gusta acercarnos hasta aquí casi cada año aunque notemos que la celebración se va poco a poco unificando, en cuanto a oferta, con las demás ferias de Mallorca. Cierto es que ésta es más extensa y multitudinaria. Está bien que se intente recuperar un toque más mallorquín", explicaban los manacorins Xisca Gayà y Miquel Àngel Febrer, llegados en coche "a falta de que el tren desde Manacor vuelva a abrirse".

"Si el tiempo acompaña, creo que aún se puede disfrutar de los animales y las cosas verdaderamente autóctonas. Yo he venido varias veces desde Alaior para dar una vuelta por el Dijous Bo y quedarme con los amigos para desayunar", señalaba Joan Camps Riudavets, junto al llosetí Tomeu Mascaró: "El valor intrínseco no debería perderse nunca, debemos mantenerlo sea como sea".

Los hermanos de Mancor de la Vall Francisca y Toni Moranta, habituales "en cada Dimecres y Dijous Bo desde hace muchos años", se mostraban ayer interesados en encontrar "los animales y los puestos de las plantas sobre todo" y se quejaban de que en esta edición "parece que todo se haya descongestionado y las cosas estén más separadas unas de otras".

"Como siempre la feria es multitudinaria y cuesta mucho aparcar, pero eso es normal. Antes, creo que había más novedades, pero ahora es más decente y organizado. Hay que intentar que Inca no acabe unificando tanto sus productos que ya no se reconozca del resto de ferias de la isla", explicaban a media mañana Joan Sans y Maria Antònia Roig, llegados en coche desde Sencelles.

Procedentes de Sa Cabaneta, un grupo de 60 jubilados, confesaban que "este año hemos cambiado el tren por el autobús por comodidad. Venimos con ganas de ver de todo un poco. El Dijous Bo de cada vez es más grande, ha cambiado, aunque no sé si a mejor...", advertían Vicenç Sastre y Francisca Rigo mientras paseaban entre una marea de gente en la plaza Mallorca.

Por contra, la familia Oliver-Luján, llegados desde Porto Cristo en vehículo particular, pese a que también esperaban un mercado más parecido al de Sineu, reconocían que venían con la idea clara de "ir de tiendas y ver coches sobre todo, pero no tenemos dinero".

La alternativa del tren, si bien fue más utilizada por los visitantes llegados de municipios cercanos y con conexión directa, también fue la vía "ideal para evitar aglomeraciones" por las hermanas Teresa, María Jesús y Ana Ortega y de Maties Sureda, quienes llegaron en coche desde Santanyí hasta Sineu "desde donde hemos subido al tren". En cuanto a la celebración, destacaban que "siendo ahora mucho más grande y más adecentado, el Dijous Bo tenemos la impresión de que en los últimos años había sido menos artesanal".

Pero quizás los visitantes baleares que recorrieron una mayor distancia para llegar expresamente a Inca fueran el matrimonio formado por Pedro Arribas y María Redondo, de Sant Ferran de Formentera.