La feria de Pollença se tornó única y atractiva por sus variadas ofertas programadas para miles de personas. Durante los tres últimos días se apiñaron por las estrechas calles pollencines familias completas para deleitarse con los sabores de la tierra, mientras el aire se aromatizaba con puestos de flores e incienso que emanaban de los tenderetes de hierbas curativas.

El sol realizó un pleno permitiendo que todas las actividades se ejecutaran según lo previsto. Ayer destacó la recreación de diversos oficios antiguos efectuada en varios puntos del pueblo. Así, la pescadera ofrecía su producto por la zona del club social; las esquiladoras se plantaron junto a los carros peleteros en la plaza Major; mientras el fotógrafo ofrecía retratos al tiempo que pasaba el lechero montado en bicicleta.

En la explanada de la plaza Major se simuló una zona de cultivos rodeados por puestos de la fira pagesa. En esta edición, los vendedores debieron vestir a l´ample dando originalidad al conjunto. Era curioso escuchar: "Te tengo que sacar una foto", entre los vendedores.

La calle Costa y Llobera se convirtió en una pasarela fashion de la mano de diez negocios que, unidos por la moda actual, colocaron una alfombra roja en unos 80 metros de largo y amenizaron su recorrido con música. "Otros años en esta zona los negocios cerraban, pero esta idea agrega un nuevo espacio de visita", comentaba Xavi Vidal, propietario de dos tiendas.

El claustro de Sant Domingo albergó la XXVII feria de artesanía ofreciendo una variada y colorida exposición de ropa, mobiliario y diferentes objetos decorativos realizados por destacados profesionales.

Tentaciones dulces

Casi nadie se pudo resistir a comer buñuelos, chucherías y acceder a las temidas atracciones para los niños que coparon el acceso de la calle Cecili Metel. Por la tarde, se ofrecieron demostraciones de labores de orfebrería y de fabricación de siurells.