"Finalmente se ha llenado uno de los huecos históricos más importantes y necesarios para entender la época contemporánea en Mallorca", recordaba el conseller de Economía, Carles Manera, mientras presentaba la edición del libro ´La indústria de les perles a Manacor (1902-2002)´, del historiador local Sebastià Sansó Barceló, en un acto que congregó anteayer a 300 personas en el teatro municipal.

Basado en la tesis del mismo título, el estudio es una fotografía de la evolución social y económica de la ciudad durante todo el siglo XX a partir de la instalación de una fábrica que varió los esquemas de economía agraria predominantes hasta entonces. Majorica fue la avanzadilla de un tejido laboral basado en un objeto de lujo que supuso, entre otras muchas cosas, la incorporación de la mujer al primer plano familiar: "Eran sobre todo mujeres y niñas que después de trabajar en el campo se encerraban diez o doce horas más en una fábrica de perlas, de la que se llevaban incluso trabajo a casa", apostillaba Sansó.

A partir de estas mismas trabajadoras se sustentaron muchos de los negocios y se pudieron adquirir buena parte de las segundas residencias de la costa; los comercios anhelaban la llegada del viernes cuando las perleras recibían en un sobre su paga semanal. "Destacó durante los primeros años su espíritu de solidaridad, que les llevó a protagonizar una de las primeras huelgas femeninas a nivel estatal en 1903".

"La productividad de Majorica [antes de su particular crisis] fue espectacular, hasta el punto que se registra un aumento medio del 4,5% anual, algo espectacular en la industria balear", reafirmaba el director general de Economía, Andreu Sansó, también presente en el acto.

Pero la historia de la perla artificial en Manacor lo es también del descuido inversionista mallorquín en tiempos poco boyantes. Fue una familia alemana proveniente de Aquisgrán, los hermanos Heusch, quienes implantaron en 1902, y tras un periodo inicial (1892) en Barcelona, la primera planta a las afueras del casco urbano dedicada a la fabricación de celulitas de cristal hueco elaboradas mediante el soplo y rellenadas y recubiertas después en París. Así nacía la Industria Española de Perlas Imitación (IEPISA) o lo que a partir de 1968 se conoció como Majorica.

Posteriormente y a través de máquinas de adaptación propia, el pequeño material suntuoso fue evolucionando hasta internacionalizarse y ser el objeto de deseo de prácticamente todos los países del mundo, entre los que destacaban los Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia o el Reino Unido. Entre 1925 y 1953, el ambiente bélico mundial redujo las importaciones al mercado norteamericano. Un apunte curioso como lo fue el episodio de Cuba, que pasó de ser un punto de venta importante a convertirse en residual la nochevieja del año 1958, cuando la revolución castrista se hizo con el control de la isla.

Auge de la oferta

El negocio tentó a más emprendedores que desde la década de los cuarenta hasta los ochenta inauguraron casi una decena de fábricas, familiares unas (Can Pipes, Catalina Duran, Industria de Cristal Artístico, Perlas Mar, Dumafe) y otras con un recorrido más consolidado (Foper, Perlas Sureda o Madre Perla).

Perlas Orquídea (fundada precisamente como Foper en 1951 en la plaza Ramon Llull de Manacor), es el segundo fruto en importancia de la cantera perlera mallorquina. En 1995, y después de un largo conflicto con el Ayuntamiento trasladan su producción a Montuïri, con lo que se rompía el monopolio de la capital del Llevant.