A nueve kilómetros de Manacor siguiendo el camino de Bandrís, y muy cerca de la frontera con Petra, se abre la Font de sa Vall de sa Nou, un paraje pintoresco por su belleza donde brotan históricamente miles de litros de agua todo el año. Pero la romántica estampa ya no es tal. Centenares de garrafas de agua, carros de la compra, plásticos y suciedad en general ponen en peligro su potabilidad y amenazan la vida tranquila de sus vecinos.

"Es un goteo constante de personas pertenecientes, sobre todo, a colectivos inmigrantes. Los fines de semana aprovechan para llenar la despensa de agua, ya que la de la ciudad no es apta para el consumo", apunta Joan Mas, uno de los 60 regantes de la comunidad que actualmente se encarga de gestionar la fuente, mientras señala los puntos de acumulación de desperdicios. "Destrozan los sistemas de conducción del líquido y las vallas que delimitan la propiedad privada del camino público que lleva a sa Font, además de robar los frutos de temporada de los árboles vecinos".

Reformado hace varios años por el Govern, el camino, de apenas un metro de ancho y de unos setenta de largo, se abre a una pequeña balsa, donde brota el agua procedente de sa Marineta de Petra. "En verano sirve de improvisada piscina, es un lugar de encuentro donde incluso se han organizado barbacoas", añade Mas, quien reside desde hace 20 años en la zona. "Queremos pedir a las instituciones que nos ayuden para solventar un problema que no va a decrecer, sino todo lo contrario", dice aludiendo al incivismo y al peligro que comporta, además, "la acumulación de tantos coches en una carretera tan estrecha".