El corazón de Sineu esconde a las miradas externas un tesoro en el que descansa un gran pedazo de la Historia de Mallorca. El Palau dels Reis de Mallorca, reconvertido en convento de las monjas concepcionistas franciscanas de clausura en el año 1583 por gracia del Rey Felipe II, conserva una gran parte de su estructura primigenia. Las cinco religiosas que residen hoy en el convento custodian con un celo extremo la enorme superficie palaciega delimitada por los muros originales, los mismos que mandó construir el Rei Jaume II para fortificar su palacio residencial de Sineu.

Las religiosas supervivientes son las herederas de la orden que hace 426 años adaptó a las necesidades conventuales el palacio que el Rei de Mallorca levantó en 1309 sobre las piedras del edificio precedente de origen musulmán, que legó algunos elementos, como una de las cisternas interiores, de los cuales se siguen beneficiando las moradoras actuales.

Las monjas de clausura abrieron ayer las puertas del convento a un grupo de periodistas como preludio a la visita programada mañana por la revista Sa Plaça. Hace un año, las religiosas impidieron la entrada a los visitantes, por lo que el ayuntamiento de Sineu tuvo que interceder ante el Bisbat para que, al menos en dos ocasiones al año, se abran las puertas del monumento, declarado como BIC.

El convento-palacio es como un pueblo independiente en el centro de Sineu. El silencio casi sobrenatural y la magnitud arquitectónica que conserva el edificio llaman poderosamente la atención. En el espacio conviven elementos originales como la Torre del Homenaje y el enorme patio interior, heredero del antiguo patio de armas, con las dependencias de uso conventual que permanecen cerradas al público. "Es difícil saber qué derribaron y qué conservaron del edificio original las monjas que entraron en 1583", explica Juanjo Bonnín, estudiante de Historia del Arte. El himno de Sineu habla de un Palau de cent balcons, lo que ofrece una idea de la magnitud del edificio.

Se cree que las monjas han realizado pocos cambios desde que ejecutaron la transformación del palacio en convento hace cuatro siglos. "No se ha llevado a cabo ninguna cata arqueológica en profundidad, por lo que el edificio esconde todavía muchas sorpresas, y un ejemplo es saber dónde se ubicaba el celler original", apunta Bonnín.

Hace unos años se descubrieron grafitis medievales durante la reforma de la Torre del Homenaje, el elemento más característico del palacio y el único que es visible desde el exterior.

El futuro del monumento es una incógnita. La más joven de las monjas tiene más de 60 años y el convento no registra nuevas entradas.