El agua autóctona reclama su parcela de mercado para paliar las dificultades por las que atraviesa el sector. Las empresas embotelladoras de agua, integradas en la Associació Balear d´Envasadors d´Aigua (ABEA), han puesto el grito al cielo por el descenso experimentado en la cuota de mercado en los últimos años debido a la irrupción masiva de empresas peninsulares que copan el sector del comercio y la restauración.

Las cuatro empresas asociadas, Font Sorda, Binifaldó (entidad que ha convocado un concurso de acreedores debido a las dificultades que atraviesa el sector), Font des Teix y Font Major (empresa que distribuye las marcas Ca l´Abat y Sa Bastida), de las que dependen directamente unos 200 trabajadores y otras 200 personas más de forma indirecta, principalmente distribuidores, reclaman un mayor apoyo institucional para promocionar el agua mineral mallorquina como una marca autóctona a la misma altura que otros productos gastronómicos con etiquetas de denominación de origen.

u Desde la asociación prefieren, por ahora, no hablar abiertamente de crisis, aunque han expresado su preocupación por la progresiva pérdida de cuota de mercado a pesar de que el consumo de agua envasada ha registrado un aumento espectacular en los últimos veinte años. Un 80 por ciento de la población consume agua embotellada.

Según explica Miquel Gual, presidente de la ABEA, el agua mallorquina ha visto como su porcentaje de presencia en el mercado ha bajado hasta el veinte por ciento de la oferta total disponible, cuando hace unos años se situaba entre el 60 y el 75 por ciento. De los mil millones de litros de agua que se calcula que consumen al año los mallorquines, sólo entre 150 y 200 millones de litros corresponden al agua embotellada en la isla. El resto es cubierto por las marcas peninsulares, más poderosas económicamente y con recursos más que suficientes para lanzar potentes campañas publicitarias a nivel nacional que calan en el consumidor.

u Las principales marcas peninsulares, entre las que destacan Font Vella, Solán de Cabras, Lanjarón o Bezoya, ganan a las mallorquinas en los comercios, a pesar de que los precios pueden ser hasta tres veces superiores que los del agua embotellada en la isla. "Las campañas de las empresas peninsulares son muy fuertes; ellos dicen que su producto es más bueno porque no tiene calcio, pero hay que destacar que nuestra agua proviene de la lluvia de las montañas de la Serra de Tramuntana, se genera en un sitio totalmente virgen, sin contaminación ni alteración humana", destaca Miquel Gual. "Existe una batalla muy fuerte en relación a las aguas más ligeras, que se venden como adelgazantes, cuando en realidad el agua ni engorda ni adelgaza porque las grasas no se disuelven en el agua; hay una gran desinformación sobre el tema".

u Uno de los principales factores de esta pérdida de mercado es la irrupción del plástico en sustitución del vidrio en los envases, un material mucho más barato y fácil de transportar desde la península.

La globalización también ha sido negativa para los envasadores insulares. "Antes las empresas estaban especializadas en un solo producto; ahora todas hacen de todo y las empresas alimentarias también producen agua que en ocasiones regalan a los comercios a cambio de las compras de un género distinto", explica Miquel Gual.

Además, la globalización y la desterritorialización del comercio conlleva el dominio de las grandes superficies comerciales en detrimento de las pequeñas tiendas. "Esta nueva estructura comercial implica que las grandes empresas peninsulares cierren los precios del agua sin que nosotros podamos hacer nada, porque el grueso del mercado del agua está en la península".

u Las empresas mallorquinas expresan su malestar por el escaso papel de las instituciones en la promoción de este producto y subrayan que existe un agravio comparativo con respecto a otros productos. "Hemos visto grandes campañas promocionando productos agroalimentarios de la tierra, pero todavía es hora de ver anuncios publicitando el agua embotellada en la isla, cuando se trata del producto balear más antiguo", lamenta Gual. Lejos de incentivar campañas publicitarias, los políticos locales promocionan, indirectamente, las marcas foráneas. El presidente de la ABEA es claro: "Me duele ver como en las ruedas de prensa, las botellas de agua que beben los políticos son peninsulares".

u El futuro del sector todavía es incierto. Miquel Gual se muestra optimista. "Con un poco de ayuda institucional y del consumidor y con la modernización tecnológica que el sector lleva a cabo, podemos tener un buen futuro". El progresivo aumento de los precios del transporte juega a favor de las empresas mallorquinas. "Para las empresas peninsulares, transportar agua a la isla sale muy caro", añade. A su entender, el futuro pasa por dos posibilidades: "o se retiran las marcas foráneas como consecuencia del coste del transporte, o nos matan definitivamente, y no nos podemos permitir el lujo de depender exclusivamente del agua foránea".