Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que los molinos de viento que caracterizan el paisaje rural de sa Pobla funcionaban a pleno rendimiento. Los molinos eran imprescindibles para extraer el agua de los acuíferos cuando todavía no existían los medios mecánicos de la actualidad, y gracias a ellos las tradicionales marjals de los campos poblers aportaron prosperidad económica mediante la agricultura.

Los casi 300 molinos poblers siguen formando parte actualmente del plano horizonte de la foravila de sa Pobla, aunque ya no cumplen su función original. Más bien permanecen como testigos mudos de un pasado que difícilmente volverá. La mayoría se encuentra en unas condiciones pésimas de conservación, y a duras penas mantienen su estructura en pie. Sin embargo, todavía quedan algunos molinos que el paso del tiempo no ha arrasado y que se resisten a acabar como los demás.

Uno de estos molinos que todavía permanece en un estado óptimo, aunque situado ya en la frontera de la degradación, es el de Ca´n Berreroig, en la finca de Son Senyor, en plena carretera vieja de Ca´n Picafort, a unos dos kilómetros del casco urbano de sa Pobla. Todo indica que el molino de Ca´n Berreroig seguirá el camino de los otros si nadie lo remedia financiando una necesaria restauración.

El nieto del agricultor que construyó el molino en el año 1900, Llorenç Mir Gost, se resiste a observar impasible cómo el molino que contribuyó a regar las siembras de su familia a lo largo de un siglo se descompone lentamente. Por ello, ha redactado una carta dirigida "a los políticos de Mallorca" en la que expresa su preocupación por el estado del molino de Ca´n Berreroig y hace un llamamiento para que alguna institución se decida a invertir en la restauración de lo que considera historia viva de sa Pobla.

En la misiva, Llorenç Mir explica que "el molino es uno de los dos que quedan en sa Pobla y es muy especial porque está hecho totalmente en madera, un diseño exclusivo de sa Pobla; es un molino exclusivamente pobler porque no podemos encontrarlo en ningún otro lugar".

El descendiente de la familia Berreroig explica con orgullo que "el viento no ha tirado nunca al molino", aunque admite que "los años lo han envejecido" hasta el punto de que "está a punto de caerse". "Es fácil predecir su futuro si no le ponemos remedio", apunta Llorenç Mir, consciente de que el molino no volverá a cumplir su función, aunque sí podría permanecer como una especie de museo al aire libre de la actividad agrícola en su municipio. "Es un molino que en muchas ocasiones ha sido fotografiado y ha servido de imagen de las marjals de sa Pobla desde un punto de vista turístico", explica.

Llorenç Mir cree que ha llegado la hora de que "Mallorca pague el arreglo", pues recuerda que su familia "lo ha conservado durante estos cien años sin ser compensados económicamente". A su entender, si finalmente ninguna institución se decide a reformar la estructura, el molino se caerá "y acabará su historia". "Con el agua que extraían estos molinos, que son la historia de la marjal poblera, se hicieron todos los huertos del pueblo, convirtiéndolo en el más rico de Mallorca", concluye.