Si la Administración se muestra complaciente, generosa y espléndida contigo puedes ponerte en guardia y comenzar a desconfiar porque, en el momento menos pensado, te pillará en un descuido o te exigirá el pago de servicios prestados con el gravamen de altos intereses. Ésta es ahora mismo la impresión que deben tener los vendedores ambulantes y mercaderes esporádicos que ofrecen sus mercancías en cualquier pueblo del municipio de Calvià. El Ayuntamiento pasa de no cobrar nada por este tipo de actividad a aplicar una tasa de unos quinientos euros al año.

Podemos debatir si un consistorio debe abrir la caja ante un mercado callejero o si éste entra en litigio con el comercio estable, pero esta técnica municipal de pasar de la nada o el obsequio al castigo económico parece muy difícil de justificar. El gran argumento del Ayuntamiento se estructura a partir de la idea de que Calvià necesitaba consolidar mercadillos propios, por eso dejaba montar paradas ambulantes gratis total. Ahora, cuando el negocio semanal intermitente ya está consolidado, se inventa el gran impuesto. Es como si el alcalde, con su tarifa en blanco, te hubiera usado como cebo para dar forma a un mercado, independientemente de si éste era necesario o no, pero, claro, las ferias, exposiciones comerciales y demás derivados están de moda en Mallorca y Calvià no podía quedarse atrás. Cuando creíamos que todo estaba inventado, acaba de cimentarse el mercado de la desproporción.

Cabía esperar mayor altruismo del municipio más boyante de Mallorca pero el gozo de los calvianers ha caído en un pozo. Estos días hemos visto cómo los pisos prohibitivos propiciaban la inmigración y un alto incremento en impuestos y tasas. Ahora los mercados. Menos mal que el Ayuntamiento rectifica al asumir como propio el imprescindible refuerzo escolar.