Gabriel Coll es uno de los miembros de la tercera generación de empresarios de Quely. Pertenece a la familia Doménech, fundadora de la conocida marca de Inca. Con sus 150 años ya cumplidos, la compañía continúa siendo uno de los referentes de la cultura gastronómica y popular mallorquina.

-Todo el mundo conoce Quely, aunque quizá no se sabe tanto que Quely es una empresa de origen familiar pese a sus dimensiones.

-La verdad es que tenemos mucha suerte con esto. Realmente yo creo que es un trabajo que hicieron muy bien los precursores. Es una empresa que tiene muchos años. Hace poco celebramos nuestro ciento cincuenta aniversario, pero el traspaso generacional se ha sabido hacer. Las empresas familiares suelen tener problemas en esos traspasos; cuando entran yernos, primos, hermanos, ya no es lo mismo. Jaime Doménech (uno de los patriarcas) se retiró por motivos de salud hace unos años y su hermano Gabriel Doménech quiso, mientras estuviera vivo, ver qué éramos capaces de hacer y lo dejó en manos de la tercera generación. Porque la cosa realmente empezó con el abuelo, que hacía galletas en el horno original de Can Guixe (en la calle de la Estrella) a quien en los años treinta se le ocurrió la idea de hacerlas en cadena. La generación siguiente, los referidos Jaime y Gabriel, fueron los que llevaron la compañía a lo más alto y ahora estamos nosotros, que de momento creo que lo hacemos bien porque Gabriel no viene demasiado, debe ser que no nos equivocamos tanto.

-¿Por qué el nombre Quely?

-Yo creo que en su momento se debió de buscar un nombre atractivo, de estrategia comercial. Todo el mundo sabe que a Jaime le gustaba Grace Kelly y de ahí salió el nombre.

-¿Cuándo empieza la expansión de la compañía?

-El padre de Jaime y Gabriel, que fue un visionario, es la clave del lanzamiento posterior. Hizo unas inversiones en los treinta y se inició el proyecto. Para desgracia familiar, murió muy joven y su hijo mayor, que era Jaime Doménech, fue el que realmente arrancó fuerte con el negocio y, posteriormente, con la ayuda de su hermano Gabriel.

-¿La fábrica ha permanecido siempre en Inca?

-Siempre. En la calle de la Balanguera, antes Héroes de Baleares, excepto en un lapso de tiempo desgraciado en que padecimos un grave incendio. Fue en 1993 y gracias a que poseíamos la empresa Palma Pan pudimos seguir haciendo galletas. Fue un momento duro, incluso para los clientes, que pensaban que se quedarían sin galletas. Gracias a Dios, remontamos ese inconveniente.

-Cuando se piensa en Quely se piensa en galletas, y quizá la gente desconozca que la compañía tiene muchos otros productos, incluso no alimentarios.

-Realmente, todo sale del horno que en 1853 había en la calle de la Estrella. Precisamente el abuelo no hizo el horno industrial pensando en las galletas de Inca, sino en las maría. No deja de ser una anécdota, aunque al final la galleta de aceite es la que se impuso. Sus hijos demostraron ser buenos empresarios y diversificaron sus inversiones, fueron comprando diversas empresas, que siguen funcionando todas, menos Palma Pan. La vendimos el año pasado para hacer frente a la construcción de una nueva factoría en Monreal del Campo (en Teruel). Tenemos Colón Inca; Ppj tiendas, que son las tiendas de pan y galleta que engloban las marcas Can Guixe y Pa Calent; así como hornos de Inca, que fue una empresa que se creó precisamente cuando se quemó Quely. Básicamente, lo que hace es llevar el mantenimiento de nuestras fábricas y, además, desde hace unos años, trabaja para terceros. Colón Inca era una fábrica de bolsas de plástico que prácticamente llegó a trabajar en exclusiva para Quely. Por esa causa se decidió absorberla y en la actualidad trabaja para muchas compañías. Quely representa el 18 por ciento de la fabricación de Colón Inca.

-¿Para qué una fábrica en Teruel?

-Se construye pensando en el mercado peninsular. Desde allí se fabricará lo que se venda a la península, porque para nuestra desgracia los terrenos en Mallorca están a precios prohibitivos. Suena mal decirlo, pero es más rentable construir pisos en Mallorca que fábricas.

-¿Cuál es el secreto de Quely?

-Pues sencillamente la calidad. No se puede ser tan conocido como marca si no se ofrece una calidad extraordinaria. La calidad se consigue usando productos de primera y con unos empleados de primera. El tema de personal lo cuidamos mucho, valoramos la experiencia en nuestra compañía, que a su vez profesionaliza y transmite esa calidad a los jóvenes que entran.

-¿Por qué realmente es una marca tan conocida?

-Cuando salió la última competencia que tenemos hicimos un estudio y vino un especialista de la península que estuvo sondeando el mercado. Llegó asombrado sobre el conocimiento de la marca que tenía la gente. Aseguró que en Balears, el conocimiento de Quely sólo se podía comparar al de Coca Cola. Todos los entrevistados reconocían tener en casa una bolsa de galletas. Y creo que es conocida porque es buena.

-¿La galleta sigue siendo la estrella?

-Sin duda. Se ha tenido que innovar, porque el mercado ha cambiado de forma radical. Se sigue haciendo la galleta clásica, pero cada año sacamos del orden de entre dos y cinco referencias nuevas. Un hito importante son las quelitas, es decir, reducir de tamaño de la galleta de Inca. Se consiguió un éxito sin igual, hasta tal punto que le ha quedado el nombre de quelitas para definirlas. La gente no va a comprar galletitas de Inca sino que va a comprar quelitas.

-¿Cree que la galleta de Inca forma parte de la cultura mallorquina, como la sobrasada o los boleros?

-Le voy a poner un ejemplo. Cuando algún mallorquín sale de viaje se lleva dos cosas: una sobrasada y una bolsa de quelitas. Eso lo dice todo. Los principales vendedores de Quely son esos mallorquines que salen de viaje, son los que nos dan a conocer. Cada vez que exportamos un producto Quely estamos exportando algo más que un simple paquete de galletas de Inca; exportamos nuestra forma de ser, de ver la vida y, en definitiva, exportamos cultura mallorquina.