Eran las cinco de la tarde y hacía un calor casi insoportable en Inca. Una gran cantidad de gente empezaba a llenar taquillas y entradas de la plaza de toros de Inca para asistir a la gran corrida programada con motivo de las fiestas patronales y que contó con la presencia de 'primeras espadas' del panorama nacional como Finito de Córdoba, Fran Rivera y El Cordobés.

Sin embargo, no toda la gente que se arremolinaba alrededor del coso taurino tenía intención de presenciar la corrida. En la plaza situada enfrente del coliseo, el Ateneu Gabriel Buades organizó otro tipo de 'fiesta' que congregó a unas cincuenta personas con un solo objetivo: denunciar la "tortura" de las corridas de toros y concienciar a la gente que acudía al 'espectáculo' de que "ninguna fiesta debe atentar contra la dignidad de los animales".

Los manifestantes colgaron pancartas en las barandillas de la plaza en las que podían leerse frases como "No més violència", "La tortura no és art ni cultura" y "Bous sí, toreros no". Animados por el sonido de las xeremies y los flabiols, los organizadores protestaron pacíficamente contra la promoción de este tipo de espectáculos que suponen una "ficticia e inexistente tradición mallorquina". Bajo la atenta mirada de la Guardia Civil, algunos de los manifestantes se aproximaron a las entradas del coso taurino a entregar folletos a las personas que entraban para presenciar la corrida. En los trípticos se incluía el manifiesto antitaurino que se leyó posteriormente y una explicación de lo que suponen las corridas con todo lujo de detalles sobre el sufrimiento al que se somete a un animal "con unas características y un sistema nervioso muy similar al nuestro".

Algunas de las personas que aguardaban su turno para entrar en la plaza de toros se encararon a los manifestantes sin que hubiese ningún incidente destacable porque la concentración tuvo en todo momento un carácter pacífico y festivo. Uno de los momentos más destacados se produjo cuando pasó un vehículo con los toreros en su interior, ataviados ya con el traje de luces, por lo que los manifestantes les dedicaron una larga y sonora pitada. La otra anécdota de la jornada fue el regalo que los manifestantes entregaron al presidente de la plaza de toros, Jaume Servera: un cencerro y una corona de difuntos.