Son muchos los jóvenes de sa Pobla, Muro, Inca, Pollença o Santa Margalida, entre otros lugares, que desde hace años eligen para sus 'marchas' el Port d'Alcúdia, la zona de ocio preferida también para la salida nocturna de fin de curso en los institutos. El municipio concentra el mayor número de terrazas, pubs y discotecas del norte de la isla, una oferta a la que tampoco son ajenos los miles de turistas que veranean en el mismo.

Sin embargo, lo que para unos es diversión, para otros -los sufridos vecinos- son molestias. Para acabar con la anarquía de locales con música abiertos hasta las tantas, el Ayuntamiento de Alcúdia aprobó en noviembre del año pasado, y por unanimidad, la modificación de la ordenanza reguladora de la emisión y recepción de ruidos. El endurecimiento de la normativa se está dejando ver en este primer verano, donde el alcalde, Miquel Ferrer (UM), no oculta que ahora "se hace cumplir la ley, que antes era más laxa".

Ahora, todos con licencia

Los cambios más relevantes con la nueva ordenanza han sido dos: La obligación por parte de los locales de obtener la correspondiente licencia para actividad musical, y la instalación de limitadores de sonido -una iniciativa hoy en vigor sólo en algunas zonas de Calvià y Palma- que actúan sin piedad sobre los equipos de música a la hora máxima permitida de funcionamiento. La Policía supervisa y precinta la instalación de estos dispositivos (ya hay unos 90 colocados), cuyo coste corre a cargo de los propios negocios.

"Todos los establecimientos han tenido que presentar un proyecto de actividades, y así se les ha otorgado la pertinente licencia. Antes había dos tipos, ahora hay cuatro: música complementaria, bar musical, café concierto y discotecas o salas de baile", explica Ferrer. El alcalde es perfectamente consciente que esta "decisión política, que nos ha llevado mucho trabajo, tiene su desgaste" -máxime "esta temporada turística, es un año difícil por la crisis"-, pero también le ve "su parte positiva: la actividad musical y de ruidos tenía que regularse, y estoy seguro de que con el tiempo la gente estará más contenta con los resultados. Los empresarios de bares, por ver legalizada su situación, y también porque la Policía es implacable con la aplicación de la ordenanza, no hay discriminaciones". En este sentido, el alcalde califica de "muy buena" la respuesta por parte de la mayoría del sector: "El año pasado les explicamos nuestras intenciones, y ahora hemos actuado por consenso". Ferrer cree que "tener una actividad regulada, con una situación legalmente clara, es una gran seguridad para el que la lleva a cabo".

Otra de las consecuencias que se han derivado es el descenso de las denuncias vecinales por molestias de música: "Ahora se presentan muy pocas, y son por ruidos en zonas concretas de botellón, gente que grita en determinadas calles... pero por música, ya no".

En cuanto a infracciones, el consistorio ha sancionado con 1.200 euros al bar la Habana y 1.800 euros al bar Venue 21.

"Alcúdia era un punto de referencia para salir en verano, ahora ya no", dice uno de los empresarios

"La regulación de los ruidos y de la música era necesaria, pero su entrada en vigor no tenía que haber sido tan drástica", afirma Jordi Gelabert, propietario del local Àtoms.

Inicialmente, la música en los pubs y las discotecas cesaba obligatoriamente a las 5.30 horas de la madrugada. El consistorio alcudienc ha accedido a ampliar el plazo media hora más, tras las negociaciones con los empresarios, y para ello se han modificado los limitadores de sonido en los equipos de música.

Gelabert asegura que esta modificación "dice mucho a favor del Ayuntamiento. Los clientes se quejaban, porque los locales de ocio pasaron de no tener horario a tener que cumplir uno. Las cinco y media es una hora mala. Añadir esta media hora más ha sido psicológico, ya no protestan tanto", añade el dueño de Àtoms. Gelabert prevé también la proliferación de fiestas clandestinas: "La gente buscará lugares alternativos para seguir con la juerga".

Otro propietario de un conocido bar asegura "entender la necesidad" de la restricción de ruidos y de horarios, aunque "la zona ha salido perjudicada". Para él, "Alcúdia era un punto de referencia para salir en verano, y ahora ya no". Este empresario cree que el consistorio "temía que la ciudad se convirtiese en un nuevo Magaluf o s'Arenal, y que todo se descontrolase, pero el excesivo control nos ha supuesto un ahogamiento". También teme "el invierno, serán vacas flacas". Por otro lado, el dueño del famoso local se queja del elevado coste de los limitadores -"el más barato nos cuesta 1.200 euros"-, concluye.

La nueva ordenanza también repercute sobre los jóvenes clientes, muchos de los cuales no saben cómo ocupar el tiempo a partir de las seis de la madrugada, puesto que antes permanecían en los locales hasta cerca de las ocho de la mañana. Lo que les molesta a la mayoría de los encuestados es que se haya cumplido la normativa "tan a rajatabla". A raíz de su aplicación, la gente suele terminar la fiesta antes de lo que era habitual.