Nada más iniciarse el verano, Alcúdia sólo se concede un día de reposo entre fiesta y fiesta. El martes concluyeron las actividades para festejar a Sant Pere, en el Port d'Alcúdia, y el jueves ya tuvo lugar la víspera de la Mare de Déu de la Victòria, custodiada en su emblemática ermita desde donde se divisa la bahía de Pollença.

Tras una noche de juerga, sobre todo para los jóvenes, ayer tocaba el turno a los actos solemnes. El párroco de sa Pobla, Joan Pons, presidió la misa de las 11 en la explanada del oratorio, donde al final los fieles veneraron la imagen de la patrona de la ciudad. Como manda la tradición, uno por uno fueron obsequiados con un ramillete de manzanilla. La planta fue recogida al alba hace unos quince días en el recinto militar de Cap del Pinar, con la ancestral y cuidadosa técnica de los recolectores, que evitan dañar las raíces de la manzanilla.

La Obreria d'Amics de la Victòria organizó las típicas carreras desde ses Piques, y al mediodía unas trescientas personas almorzaron de paella a beneficio de las obras de reforma de la hospedería de la ermita. Durante la comida, el alcalde Miquel Ferrer 'dirigió' la banda de música a los sones de Paquito el chocolatero, entre el jolgorio habitual de los presentes. Posteriormente, pasadas las cuatro de la tarde Ferrer y su esposa abrieron el ball de bot, siguiendo una costumbre secular, mientras el capataz del Ayuntamiento les 'lanzaba' una lluvia de cáscaras de avellanas y caramelos.

El interior de la ermita alberga este año una exposición de Jaume Poma para recaudar fondos y restaurar la valiosa obra pictórica del templo.