Bares Normales (XXVI)
El Mónaco, el bar de abuelos y modernos que resiste la gentrificación desde una esquina de Nuredduna
La covid dejó tocado de muerte este local emblemático de Palma que Aina Noguera reabrió en 2023 en la calle Nuredduna, ya peatonalizada. La hostelera dio con la fórmula para que sobreviva como bar mallorquín en una vía y un barrio, Pere Garau, bajo presión inmobiliaria

Bares normales | Bar Mónaco / Bernardo Arzayus

El bar Mónaco no es un bar normal, de menús caseros, de platos ámbar Duralex, de decoración desigual y heterogénea de barrio de periferia, de matrimonio casi en soledad secándose las gotas de sudor para sacar diariamente meriendas y cafés a precio de currante. El Mónaco a día de hoy es un tipo de establecimiento mucho más complejo por el entorno donde se ubica, la peatonal y de moda Nuredduna, y porque ha de hacer frente mucho más que otros locales a una gran amenaza en esta ciudad: la turistificación.
Su actual responsable, Aina Noguera, rescató el bar cuando el proyecto de peatonalización se imponía y las voces más agoreras anunciaban un proceso de gentrificación que ya campa a sus anchas en el barrio de Pere Garau. El Mónaco podría haber acabado muy mal. Basta ver el gimnasio boutique que tiene enfrente, The Hub, o el desembarco de la oficina inmobiliaria de alto standing Engel & Volkers.

Clientes habituales del bar Mónaco desayunando bocadillos y ‘llonguets’ / Bernardo Arzayus
"Apostamos por la clientela local"
«Apostamos por la clientela local. Por eso, los precios no son abusivos y proponemos mucho producto local, como los variats o los llonguets. Procuramos que el Mónaco sea un bar de toda la vida, sin pretensiones», sostiene la dueña del negocio. «Para ello creo que también es importante crear comunidad entre los camareros y los clientes. Es algo que se va creando poco a poco. Por ejemplo, en el Gibson, que también es nuestro, lo hemos conseguido», asegura.
Con 35 años, Aina es savia joven en el negocio hostelero. Y es consciente de que sin atraer a la nueva generación de clientela local los bares de toda la vida tienen los días contados. «En el Mónaco sí hemos conseguido una mezcla generacional. Vienen las personas mayores del barrio, a su mesa de siempre, pero también mucha gente joven», sostiene. Por las tardes, mucha juventud acude a tomar cañas a la terraza. El Mónaco es tendencia, «hay algo de moderneo», un hecho que Aina reconoce, pero es un hipster local muy joven que no ha sucumbido a la gentrificación porque también la padece y a su vez es víctima de la expulsión del mercado inmobiliario.
Los eventos festivos del Mónaco, un polo de atracción
La atracción de este nuevo público local la ha conseguido la empresaria y su equipo con eventos extra vinculados a las neofiestas, que son una reinterpretación de las tradiciones populares. «Hacemos una llonguetada por Sant Sebastià, una propuesta de Orgull Llonguet. La última vez servimos hasta 900 bocadillos. Y se armó fuera en la calle un buen sarao, incluso con caparrots», comenta. El Mónaco tiene también su fiesta anual. «El año pasado celebramos un combat de gloses que queremos repetir», asegura. Además, el establecimiento es sede de la Confraria Ous amb Caragols. «Preparamos aquí el dinar de germanor. Somos unas cien personas y yo también formo parte de ella».
Aina lucha por mantener la mallorquinidad de un bar con mucha historia y solera que tiene como ventaja haberse convertido en un lugar de pertenencia, «como un equipo de fútbol».

Trabajadores del turno de mañana, en el local / Bernardo Arzayus
Antes que bar fue cabaret
El Mónaco abrió por primera vez con servicio de comida y bebida en 1929, el año del Crack. Miquel Bosch alquiló el establecimiento a su dueña, una mujer procedente de Mónaco que antes había regentado un cabaret en el mismo local. Contaba a este diario Isabel García, la anterior responsable del bar, que arriba de la actual barra se situaban los camerinos donde se cambiaban las vedettes. «Durante una de las reformas del local se encontraron algunos vestidos en el interior de unas cajas».
El pasado del Mónaco, acaso el bar más elegante de Palma (grandes ventanales con medio arco, cortinas, maderas nobles) aún está en sus paredes. Sólo hay que saber leerlo. En un muro, una fotografía color sepia muestra a Pedro el barbero cortando tijera en mano el cabello de un cliente. Y es que el fundador abrió el local como café barbería, un tipo de negocio habitual antaño en otros bares de Palma que aún perviven, como Ca s’Andritxol en sa Indioteria. La barbería del Mónaco se mantuvo hasta el año 2000, cuando desapareció con una rehabilitación.
Orquestina con bailes en la Palma de los años 30
Relató a este periódico el camarero Manuel Fernández, ya jubilado, que en los años 30 en el bar había incluso una orquestina y se organizaban bailes dentro. En aquellos años, Palma era próspera y vibrante, moderna y cosmopolita. Era una Palma multinacional y cosmopolita, de la que hablaba Llorenç Villalonga.
Otras instantáneas que decoran el Mónaco evocan las grandes timbas de póquer que se organizaban y a veces duraban toda la noche. La clandestinidad fue una seña de identidad, pues fue punto de venta de tabaco y alcohol de contrabando en los años 40 y 50, e incluso en décadas posteriores.
Este Café, que empieza a atraer a algún turista, fue muchas cosas. También punto de encuentro de pescadores antes de empezar la faena e incluso allí mismo vendían gamba fresca para el cebo.
Los callos de la señora Aurora
Algunos clientes mayores recuerdan aún los callos de la señora Aurora, de cuando el bar abría las 24 horas. Ella y su marido Antoni Villalonga compraron el local a Miquel Canyelles, quien a su vez lo había comprado a la madame de Mónaco. «Aurora era la forastera que mejor cocinaba los platos tradicionales mallorquines», recoge el libro Pere Garau. Biografia d‘un barri, de Magdalena González y Cristina Llorente.
En 1998, el negocio lo compró Antoni Bosch, nieto del fundador. Luego lo traspasó a una de sus cocineras, Isabel García, a quien la pandemia le obligó a cerrar el bar. «Yo conocía a Isabel de ir a su bar y comer sus menús», explica Aina Noguera, que lo reabrió dos años después. «Le tenía aprecio a ese sitio, estaban peatonalizando la calle y vi que era un buen momento para cogerlo», relata. «La propietaria del local es Margarita Bosch. Nos entendimos y se lo alquilé. Reabrimos en 2023, justo el día que se inauguró la calle peatonal», evoca. «Le hicimos un pequeño lavado de cara, colgamos algunos cuadros nuevos [hay de María Carbonero, con el taller muy cerca] y le dimos un aire más elegante».
El menú del día se mantuvo al principio, cuenta el cocinero del Mónaco Mateu Bordoy, pero «no salía rentable, nos pedían más el variat». Ahora mismo, además de las tapas mallorquinas, la carta ofrece llonguets, pa amb olis, ensaladas, hamburguesas, escalopes, cordon bleu, platos combinados y croquetas caseras variadas. «La carne de lomo también la cortamos nosotros y preparamos el relleno de los libritos», explica. «Por Sant Marc, preparamos caracoles. Y los viernes hay bocata de calamar».
*Consulta la sección Bares Normales, en Diario de Palma. Un espacio en formato de artículo y vídeo disponible en la web de este periódico todos los lunes. También podrás ver los bares normales en las redes sociales de Diario de Mallorca.
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