Jueves Santo: Palma se rinde al Crist de la Sang en una procesión rodeada de fe y sin grandes retrasos

Miles de asistentes llenaron ayer las calles del centro de Palma en el desfile más importante, largo y multitudinario de la Semana Santa

Irene R. Aguado

Irene R. Aguado

La imagen más venerada de Palma, el Crist de la Sang, volvió a iluminar la ciudad ayer, Jueves Santo, en una procesión marcada por la emoción, el recogimiento, la multitudinaria asistencia —es la procesión más esperada de la Semana Santa palmesana— y el cumplimiento de una de las expectativas más importantes de la noche, llegar a La Seu sin grandes retrasos. Pese a los numerosos parones para que los costaleros pudieran descansar, especialmente en tramos duros como la cuesta de Oms, el Crist llegó a la Catedral a las 2:41 de la madrugada.

Todas las cofradías, con sus pasos y bandas de música, arrancaron a las siete de la tarde desde la iglesia de la Anunciació de Maria. Els Tamborers de la Sala y la guardia montada de la Policía Local de Palma abrieron el cortejo, seguidos por las 33 cofradías de Palma, que desfilaron por orden de antigüedad, desde la más joven, Humildad y Paz (fundada en 2009), hasta la Antiquíssima Confraria de la Creu de Calatrava, fundada en 1902, que precedió al Crist de la Sang en el tramo final. La Costa de la Sang fue uno de los puntos con mayores aglomeraciones.

El Crist saluda a los enfermos del Hospital General

Sin embargo, los momentos de máxima expectación llegaron con la salida del Crist de la Sang desde l'Anunciació de Maria, poco después de las doce y media de la noche. Fue, como marca la tradición, la última talla en salir. Antes de bajar por la Costa de la Sang, la imagen se dio la vuelta en un gesto hacia el Hospital General para saludar a los enfermos allí ingresados. Esta salida es tradicionalmente uno de los momentos más emotivos y esperados de la Semana Santa de Palma. Muchos mallorquines acuden a esta talla para encomendar sus necesidades y pedirle ayuda, puesto que es profundamente venerada en la isla. Hasta su salida, el Crist yacía en el altar de l'Anunciació, después del Devallament. Hay que recordar que esta figura solo sale dos veces al año de su camarín: una el primer domingo de julio para la fiesta de la Sang, y otra para presidir la procesión del Jueves Santo.

Acompañado por los sobreposats, los prohoms, el obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, y varios centenares de feligreses que cerraban la procesión, el Crist fue recibido con vítores, aplausos y gritos de "¡viva!" o "¡guapo!". Los fieles acompañaron a la talla con cirios y velas encendidas, algunos descalzos o con cadenas. Por su parte, los sobreposats cargaron el paso del Crist a pulso, cambiando de turno con destreza para cumplir con la tradición de que la imagen no debe tocar el suelo en ningún momento.

El Crist de la Sang, a su paso por la calle Oms, entre aplausos y vítores.

El Crist de la Sang, a su paso por la calle Oms, entre aplausos y vítores. / Irene R. Aguado

Cofrades descalzos y con cadenas

Los cofrades llevaban meses preparando esta gran cita, y aunque este año no se celebraba ningún aniversario, las hermandades vistieron sus mejores galas; por ejemplo, la Virgen Dolorosa (que acompaña al Crist de la Sang al final de la procesión) recién restaurada, o el paso del Buen Perdón, que estrenó la túnica que porta su figura, una talla de casi dos metros de altura. Llamó la atención la cantidad de cofrades que hicieron la procesión descalzos o caminando con cadenas en los pies, un símbolo de penitencia, sacrificio o incluso por una promesa.

Capataces y costaleros

Igualmente, los pasos a pulso fueron especialmente admirados por los asistentes y arrancaron continuos aplausos y ovaciones. Los capataces animaban en todo momento a los costaleros y dedicaban algunas 'levantás' a miembros de la hermandad fallecidos. Los descansos de los costaleros, que soportaban el peso de tallas de centenares de kilos, obligaban a hacer paradas frecuentes o incluso algún retraso puntual, como en la subida de Oms, que exigió un gran esfuerzo a los cofrades.

Al llegar a la Seu, las cofradías entraban al completo en el templo en absoluto silencio y un ritmo pausado, depositaban su estandarte ante el altar y abandonaban la Catedral por la parte derecha, bajo la mirada atenta de numerosos fieles que aguardaban dentro con profunda emoción.

Así, la procesión más esperada y multitudinaria se desarrolló con normalidad, salvo incidentes menores, como el desmayo que sufrió la integrante de una banda musical pocos minutos antes del desfile o cuando una patrulla de policías tuvo que intervenir en la calle Sant Miquel cuando los asistentes acusaron a dos personas de ser carteristas y estar robando.

Por otro lado, este año se recuperó la antigua tradición de que las autoridades siguen la procesión desde las sedes de las instituciones. En Cort, por ejemplo, habilitaron una tarima para los regidores, desde la que el alcalde de Palma, Jaime Martínez, entregó al Crist de la Sang una ofrenda floral de 100 claveles rojos con murta. El Ayuntamiento ondeó sus banderas a media asta como símbolo de duelo, y engalanó su fachada con damascos y reposteros que permanecerán hasta este Domingo de Resurrección.

Además, los principales edificios y espacios emblemáticos, como el Palau Reial, la Seu o Cort, se iluminaron hasta las cinco de la madrugada. Frente a la sede del Consell, el presidente de la institución insular, Llorenç Galmés, y varios consellers también siguieron el desfile en una tarima. El Crist de la Sang es patrón del Consell de Mallorca, y este año, como novedad, la institución recuperó el Joch de Ministrils, una agrupación musical histórica que volvió a participar en la procesión del jueves después de doce años de ausencia. Por su parte, el Ayuntamiento de Palma colocó dos filas con 170 sillas alrededor de toda la plaza de Cort y otras 160 en Palau Reial para los que quisieron ver la procesión sentados.

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