Tribuna

Emaya, la empresa de todos

Dos operarios de Emaya durante las labores de limpieza de grafitis.

Dos operarios de Emaya durante las labores de limpieza de grafitis. / Guillem Bosch

Ramon Perpinyà

Emaya es una gran empresa, la mayor empresa pública de Balears. Siempre he creído, y sin duda es así, que en una empresa publica todos los ciudadanos que pagan sus impuestos son sus accionistas, de ella todos somos responsables. En Emaya trabajan grandes profesionales, que realizan una gran tarea. Sin duda es uno de los mayores activos que tiene la ciudad de Palma, y así lo reconocen todas las demás empresas de su sector. Por eso duele tanto cuando se la ataca, o peor cuando algunos intentan aprovecharse de ella para su interés particular.

Durante mucho tiempo las personas que llegaban a la presidencia o dirección de la empresa la contemplaron como una plataforma para poder colmar sus intereses particulares, políticos en algunos casos, y económicos en otros. El perjuicio que esto ha creado a la empresa ha sido enorme, y las primeras víctimas de este hecho han sido sus propios trabajadores. Sin duda, los años de UM son los que mejor representan esta situación, aunque no fueron los únicos.

Este hecho causó un gran perjuicio a la empresa, se extendió la desilusión, la falta de objetivos, y el escepticismo entre la mayoría de los trabajadores. Incluso una minoría pensaron que era el momento de aprovechar para medrar en la casa.

En 2019 al llegar a la presidencia de la empresa los objetivos que me marqué fueron profesionalizar la empresa, modernizar y digitalizar, renovar las infraestructuras, y ganar en eficiencia. En definitiva conseguir que la empresa entrara con toda la fuerza en el siglo XXI. Y que de una vez se olvidaran «los años oscuros». Objetivos que solo eran viables con la participación de todos sus trabajadores. Para eso se estableció una hoja de ruta, el Plan Estratégico 2020-2030, un plan que miraba mucho más allá de los cuatro años de legislatura, que buscaba evitar que los vaivenes políticos afectaran a las transformaciones tan importantes que se tenían que acometer. Cualquier obra de cierta importancia requiere entre 7 y 8 años de trabajo, por lo que se hacía imprescindible trabajar a largo plazo. Había que trabajar para un futuro que iba mucho más allá de una legislatura.

Entre los años 2019 y 2023 se realizó el plan de inversiones más ambicioso de todas estas décadas, renovando redes, construyendo el tanque de tormentas, o la nueva depuradora, proyectos de energías renovables, un gran proyecto para la digitalización de la empresa, son solo algunos de los proyectos que se pusieron en marcha. Se realizó una reestructuración de toda la organización, encaminada a fortalecer áreas como los servicios jurídicos, administración, personal, ingeniería o energía, para poder acometer el plan que nos habíamos fijado. Con estos objetivos en perspectiva, conseguimos vencer la desilusión y el escepticismo. Por supuesto, hubo muchas resistencias, personas que no compartían esta visión y que sin duda estaban más cómodas en la situación anterior.

Con la aprobación el 28 de diciembre de 2021 de la reforma laboral, fue necesario poner en marcha un plan de estabilización de toda la plantilla. Y era la oportunidad para resolver muchos de los problemas heredados de los años más oscuros. Este plan se realizó bajo los criterios de igualdad, mérito, capacidad, y publicidad. Ha sido un proceso largo y complejo, ya que se debía analizar cada caso de los 1500 trabajadores de Emaya. Para normalizar en todos los casos su situación. Y así se hizo, con el apoyo y el enorme trabajo de los sindicatos de la empresa, sin ellos nada de todo esto hubiera sido posible.

Es evidente que los sindicatos son una pieza fundamental de una empresa, la defensa de los trabajadores es su labor. Y, en un proceso de transformación como el que se llevaba a cabo, su colaboración era básica, y así fue. Es por ello que cuando algunos confunden la necesaria acción sindical, con la defensa particular de sus intereses, con métodos que sobretodo perjudican a sus compañeros, hacen mucho daño a la empresa y al resto de los sindicatos.

Por todo ello, cuando estos días vuelvo a ver noticias en las que personas tan significativas de los años oscuros, reclaman «sus derechos» con argumentos que se merecen mejores causas, cuando vemos como Vox toma parte de forma clara por estas personas con una intención, en el mejor de los casos, táctica, pero claramente en contra de toda la empresa, cuando vemos sentencias de jueces que admiten hasta 52 actuaciones de acoso, pero a pesar de todo consideran que el despido de los acosadores es improcedente... no puedo más que pensar que los tiempos oscuros luchan por volver.

Resulta inmoral ver como se culpabiliza a una directora, al final una técnica, una profesional de la empresa, de decisiones que se tomaron en el Consejo de Administración, decisiones que en muchos casos no quedaba más remedio que tomar.

Aún así, creo que la labor que se ha hecho dificulta mucho que se pueda volver a los peores momentos del pasado. Hay grandes profesionales en la empresa que luchan por evitar esta involución, y que leales a la nueva dirección, comprenden que es necesaria la renovación que se estableció en el Plan Estratégico. Es simplemente un problema de profesionalidad.

Es necesario que los viejos tiempos queden enterrados en el pasado y se recupere la ilusión y el liderazgo de la empresa pública, la empresa de la que todos somos accionistas.

Tracking Pixel Contents