Radiografía de la calle Oms: «Pasa más gente que nunca, pero ya no somos una familia»

La arteria que une la plaza de Espanya con la Rambla está más transitada que nunca 33 años después de su polémica y posteriormente celebrada peatonalización. No obstante, la poca integración de los nuevos vecinos y la agonía del comercio tradicional ante el poder de las franquicias ha convertido una calle otrora familiar en una desprovista de toda calidez

La calle Oms actualmente después de la peatonalización en los años 90.

La calle Oms actualmente después de la peatonalización en los años 90. / Manu Mielniezuk

Pere Morell

Pere Morell

«Todos los que pertenecíamos a la calle Oms, tanto comerciantes como vecinos, éramos como una gran familia. Ahora todo ha cambiado y es cierto que pasa más gente que nunca, pero ese gran ambiente de barrio que teníamos se ha perdido», es el lamento desolador de Mateu Martorell, el actual propietario de Ca’n Vinagre, el negocio más antiguo de la calle y uno de los pocos comercios tradicionales que resiste.

La calle Oms no se libra de los males que están convirtiendo a la otrora bulliciosa y familiar Palma en una ciudad franquicia. La arteria que une la plaza de Espanya con la Rambla está más transitada y despersonalizada que nunca 33 años después de su polémica y posteriormente celebrada peatonalización.

Porque hoy en día parece impensable, pero hubo una época donde miles de coches cruzaban esta calle diariamente con un tránsito alocado, en un lugar donde tenían que convivir peatones y motos en su estrecha acera.

«Cada año las ventas en los negocios tradicionales van cayendo poco a poco»

«A la gente no le gustan los cambios, yo siempre estuve a favor de la peatonalización de la calle», asegura Mateu Martorell.

Esta medida fue un proyecto impulsado por el alcalde socialista Ramon Aguiló, pero que acabo llevando a cabo el nuevo alcalde, Joan Fageda.

Hasta ese crucial momento, la calle era de un sentido de circulación (de la plaza de Espanya a la Rambla) y en uno de los laterales había plazas de aparcamiento. El trasiego de vehículos era continuo, debido a que comunicaba la parte alta y baja de la ciudad, por lo que la propuesta de peatonalizarlos suponía un cambio radical en la movilidad del centro.

«Fue una decisión muy valiente por parte del Ayuntamiento, hubo muchos debates y polémica sobre el tema», explica el historiador Xavier Terrasa, autor de El carrer dels Oms: de tallers de manufactura a comerciants.

«Hubo muchísima polémica. Muchos comerciantes anunciaban la ruina para sus tiendas debido a esta medida», explica Martorell.

«Los ciudadanos también dijeron la suya. Los vecinos de la zona se quejaban de que no les dejaran votar, solamente pudieron hacerlo los que tenían negocio abierto en la calle», sentencia Terrasa.

La calle Oms en 1983 saturada de tráfico con hasta 40 vehículos y en triple fila.  | TORRELLÓ

La calle Oms en 1983 saturada de tráfico con hasta 40 vehículos y en triple fila. / TORRELLÓ

Votación

Mateu Martorell da dos cifras clave: «En la asamblea de los miembros de la asociación de comerciantes, hubo 31 votos a favor y 23 en contra», además de dos abstenciones, asegura quien ya era el presidente de la asociación de comerciantes hace 25 años. En total había 85 comercios, pero 29 no votaron debido a que no estaban asociados.

«Podemos decir que, aunque con restricciones, el proceso de peatonalización de la calle Oms fue totalmente democrático», asegura Terrasa.

«Antes había un ambiente de barrio en la calle Oms que se ha perdido totalmente»

Los carteles de rechazo a la medida colgaron de muchos escaparates donde se anunciaba poco menos que el apocalipsis para el pequeño comercio, aunque «después reconocieron que fue un gran acierto para la calle, que se revalorizó y benefició a los negocios», destaca Martorell, el cual votó «sí» a una medida pionera para el tráfico en Palma.

Esto llevo a la calle Oms a su momento de máximo esplendor. Hasta que el demonio de la gentrificación llegó.

«Los precios ahora ya son muy altos, y los nuevos habitantes solo vienen a dormir y a comer, no se mueven. Oms se ha convertido en un barrio dormitorio para gente de fuera, no de mallorquines», afirma Martorell.

«Ahora ya no hay relación entre los comercios, la gente no es la misma y quedamos pocos de los de antes y no sé si esto tiene algún tipo de solución», sentencia el propietario del bar.

Resistencia palmesana

Ca’n Vinagre es el negocio más antiguo de Oms y aún hoy en día es el centro neurálgico para los pocos vecinos que todavía resisten en las viviendas de la zona. Es uno de los pocos comercios tradicionales que conserva la calle y, por extensión, el centro de Palma.

«Si no fuera por este bar ya no tendríamos nada. Aquí todavía nos juntamos los de siempre, y sabemos que si bajamos vamos a conocer a alguien, esto no pasa en casi ningún sitio en toda la ciudad», asegura Fernando, un vecino de la zona.

Fernando considera que «aunque es cierto que el ambiente de la calle no es el mismo de antes», aún disfruta de bajar al bar porque es el único sitio «donde se ha mantenido un poco».

Ca’n Vinagre es un símbolo de resistencia palmesana y en enero del 2013, durante las fiestas patronales, se constituyó la confraria de Sant Sebastià a su lado. Inspirada en la que ya existía en el siglo XVI, su objetivo era dotar la fiesta de un cariz más participativo. Un año después al lado de la confraria, nacía el colectivo Orgull Llonguet.

Una de las esquinas de la calle Oms. | MANU MIELNIEZUK

Una de las esquinas de la calle Oms. / Manu Mielniezuk

Alquileres de 3.000 euros

Si uno consigue superar a los voluntarios de ONG (esa suerte de pseudo sucesores de los testigos de Jehová) que guardan la intersección de la plaza de la Porta Pintada con Sant Miquel y la entrada de Oms llegará rápidamente a Colchonerías Verd, el segundo negocio más antiguo de esta calle fundado en 1934.

«Yo estaba en contra de la peatonalización, pero a la larga ha sido una mejora para la calle. Ahora pasa más gente y hay más bullicio», explica el propietario del comercio, Luis Enrique Carrillos.

«La peatonalización de la calle Oms fue una decisión valiente por parte del Ayuntamiento»

Para el comerciante no fue la peatonalización lo que acabó con la amabilidad de Oms, sino que fue la actualización del Decreto Boyer en 2015, la cual cosa ponía fin a dos décadas de renta antigua tanto para las viviendas como para los locales comerciales.

El negocio más antiguo de la calle es el café Can Vinagre, fundado en 1924.

El negocio más antiguo de la calle es el café Can Vinagre, fundado en 1924. / Manu Mielniezuk

«La especulación se acentuó cuando se actualizó la ley de los contratos antiguos en 2015, que ponía fin a dos décadas de renta antigua para los locales comerciales, los contratos indefinidos se extinguían y esto fue lo que cambió toda la calle Oms. Había mucho negocio familiar donde se acabó el contrato y muchas tiendas cerraron porque les renovaron el alquiler a precios inasumibles, llegando a tener que pagar unos 3.000 euros», relata Carrillos.

El propietario de Colchonerías Verd se pudo quedar con su tienda porque pudo comprar el local «antes de que mi madre, que era la propietaria de todo el negocio, muriera».

«La mayoría de los nuevos vecinos de la zona son de afuera que solo vienen aquí a dormir»

La calle ya era una de las más comerciales de toda la ciudad antes de que se instalaran allí varias tiendas de ropa con propietarios extranjeros, algunos tatuadores y productos extraños al consumo de los mallorquines, como los yogures helados.

«Ahora todo se lo han quedado franquicias y multinacionales, ya nada es lo mismo que antes», sentencia el comerciante.

Carillos asegura que «cada año, las ventas en los negocios tradicionales van cayendo poco a poco», debido a que la gente «se va a los grandes almacenes porque tienen parking y son más cómodos» además del aumento en las ventas «por internet».

El pez grande se come al chico y las franquicias y las multinacionales dominan una calle y una Palma cada vez menos amable para el vecino y más enfocada al visitante ocasional. La ciudad pierde su idiosincrasia y pasa a ser una copia más de otras grandes capitales europeas como Ámsterdam y Barcelona, con las mismas tiendas y consumidores.

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