La historia de Remigio, un sin techo de la Vía de Cintura en Palma: "Soy más persona que los niñatos que intentaron quemarme vivo por dormir en la calle"

'El Gallego' duerme en un coche prestado en el barrio de Son Fortesa, en una calle adosada a la autopista

"Mi problema es que soy alcohólico y estoy enfermo, pero soy más persona que otros ciudadanos que me desprecian"

Remigio y su perro Zeus viven en un coche en la Vía de Cintura de Palma.

Remigio y su perro Zeus viven en un coche en la Vía de Cintura de Palma. / Manu Mielniezuk

M. Elena Vallés

M. Elena Vallés

El perro Zeus espera a Remigio Rúa Rodríguez en casa, un Volkswagen gris plateado estacionado en la calle Blanes Viale, adosada a la Vía de Cinturaa la altura de la calle Aragón. «Llámame Remi, también me conocen como El Gallego. Soy de Galicia, tengo 51 años y llevo en Mallorca desde 2001», rompe el hielo. «La calle es más dura que la vida», advierte como preámbulo al relato de una experiencia traumática. A Remigio, una de las más de 200 personas sin hogar en Palma, intentaron quemarle vivo. «Yo antes dormía frente al Eroski y justo ese día no estaba por allí. Un grupo de niñatos prendieron fuego a mis cosas, a mi cama, yo podría haber estado durmiendo. De hecho, todo el mundo dio por hecho que yo había muerto calcinado. Vinieron los bomberos, la policía, la televisión... Y entonces aparecí yo bien vivo, nadie podía creerse que me hubiera salvado de aquel desastre», cuenta.

Cuando llegó a la isla empezó a trabajar en la construcción, levantando pisos y chalés en Santanyí y Ses Salines. Pronto empezó a traficar con droga, «en Galicia sabemos de eso». «Mi gran problema es que soy alcohólico y drogadicto. Ahora ya no fumo caballo y también dejé la metadona, pero alguna rayita de cocaína cae de vez en cuando, por qué voy a mentir», se sincera.

Su ingreso la prisión de Palma le pasó mucha factura. «Estuve diez años por traficar. Me pillaron con seis kilos de coca, la báscula de la policía no daba abasto. Alguien me traicionó, me vendieron sin piedad», afirma. En octubre de 2019 salió en libertad. Desde entonces vive en la calle y la enfermedad se ha cruzado en su camino. «Tengo tres vértebras rotas, estoy operado del estómago, tengo ciática, retención de líquidos y cirrosis», enumera. «Cogí un virus y tuve una úlcera que me puso al borde de la muerte».

Remigio ha intentado desintoxicarse del alcohol en Projecte Home, «pero eso de la terapia de grupo no me gusta, me bloquea la mente escuchar los problemas de los demás porque los absorbo, se me quedan dentro y me provocan más tensión y ansiedad», confiesa.

"No puedo alquilar por el perro"

Ahora mismo cobra un ingreso mínimo, la renta social garantizada -la resoga-, «pero no me dejan alquilar ni una habitación ni dormir en un albergue por el perro, y yo te juro que prefiero morirme de frío que vender o dejar a Zeus. Somos inseparables», subraya. Remigio tiene familia, pero está lejos. «Mi hijo está en Galicia, Christian, lo llevo aquí tatuado. Pero yo siempre he sido un alma libre», reconoce, dejando vacíos de su biografía sin exponer. «Conozco media Europa, vendía droga a las princesas de la noche», dice, refiriéndose a mujeres que ejercen la prostitución. «Mi estancia en Italia, Alemania o Francia me sirvió para aprender idiomas y ahora cuando en el Eroski del barrio los trabajadores no entienden a clientes extranjeros me avisan para que traduzca. El otro día hice con unos alemanes una compra de 150 euros y me invitaron a una hamburguesa y me dieron 15 de propina», narra. Durante el día, Remigio está con Zeus frente al supermercado con un bote por si alguien quiere dejarle la voluntad. «Yo no molesto a nadie ni pido dinero. Si llego al coche sin nada, me quedo igual de contento». Las noches las pasa en el bar El Muro o en la plaza de enfrente.

«La calle es muy dura», abunda El Gallego, «he visto maldad lo que no está escrito: me han intentado quemar, me han echado de malas formas de muchos sitios cuando yo soy más persona que muchos», lamenta. Se sienta en la parte delantera del coche que le han prestado para vivir. Acaricia a Zeus. Cierra los ojos un momento y pide un deseo: «El día que encuentre una cama, me tiro durmiendo un mes entero», espeta entre risas tristes.

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