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Gent de Ciutat

Magdalena Rosselló: «El futuro de Bellver está en saber explicar su propia historia»

Ha vivido siempre en el barrio de son Sunyeret de Palma. Se desplaza por la ciudad en una motocicleta eléctrica. Trabaja en Bellver como responsable de su conservación, aunque siente que pasa demasiadas horas en la oficina

Magdalena Rosselló PERE ESTELRICH I MASSUTÍ

Trabaja entre muros centenarios ¿cómo vive ese hecho?

(Sonríe) Para mí es el lugar de trabajo, con los ordenadores, las mesas y estanterías, los teléfonos que no paran de sonar y todos los demás elementos propios de una oficina. Pero claro, soy consciente de que es un espacio singular, con mejores vistas que cualquier otro lugar de Palma, aunque es muy frío en invierno y caluroso en verano, ya que no podemos tener elementos ni de calefacción ni de refrigeración, pues, lógicamente, no pueden hacerse obras para albergar toda la maquinaria que estos precisan. Pero sí, es un sitio, que, independientemente de la temperatura, tiene un encanto muy superior al de la mayoría de las oficinas. Llegar aquí, en invierno, cuando la ciudad está a oscuras y contemplar la salida del sol desde el mismo lugar de trabajo es algo que compensa muchas cosas.

¿Echa de menos el trabajo de restauración?

Un poco. El enorme trabajo de papeleo, de organización y de oficina me ha convertido en una burócrata. De coger el bisturí, es un decir, nada. Ahora redacto informes. Sí, añoro el trabajo de taller, pero me costaría, después de tanto tiempo. Aunque debo decir que en la isla hay muy buenos profesionales del ramo, autónomos, aunque sí faltan empresas potentes que puedan realizar trabajos grandes.

¿Conocen los palmesanos el castillo?

Poco, realmente poco. Los ciudadanos de Palma suelen venir aquí cuando tienen amigos e invitados de fuera y les quieren enseñar un espacio singular, especial. Una frase muy escuchada entre los mallorquines que se acercan es «yo no venía aquí desde mi etapa escolar». Porque eso sí lo tiene el castillo: los escolares, con sus maestros, sí son visitantes asiduos. El público escolar, y no solo de Palma, es muy fiel.

¿Cómo se desplaza desde su casa al lugar de trabajo?

He vivido siempre en Son Sunyeret, en la calle Balmes. He visto cómo mi calle estaba sin asfaltar y cerrada a la circulación rodada pues por el centro pasaba el tren. También he vivido la época en la que el Pont des Tren era una calle de doble dirección, cosa que ahora me parece imposible. También he visto cambiar la fisonomía de la zona, pasando de casas unifamiliares a bloques de pisos. Y de eso no hace tanto tiempo, unos cincuenta años.

Volviendo a la movilidad, voy al trabajo utilizando transporte propio, antes en una moto y ahora en una motocicleta eléctrica. Es inviable desplazarme utilizando transporte público pues al castillo solamente llega el bus turístico.

¿Cuál es el visitante tipo del castillo?

Básicamente turistas y escolares. Y de los primeros debo decir que prácticamente vienen todo el año, aunque cambia su perfil. En verano gente más joven y en invierno pues personas mayores. Los escolares, por supuesto, vienen durante el período escolar.

Imagino que, después de más de veinte años trabajando aquí no le quedan rincones por descubrir.

Pues no lo crea, le diré que no es extraño que todavía se encuentren elementos como grafitis históricos y otros detalles que nos habían pasado desapercibidos. Por su fisonomía circular y por el movimiento de la tierra, la luz cada día es diferente, cambia, y hace que un detalle que no habíamos visto pueda salir a la luz. El castillo de Bellver es un elemento vivo que tiene la capacidad de sorprendernos todavía hoy, después de setecientos años.

O sea, que todavía puede ser material de estudio para historiadores.

Realmente es un espacio poco estudiado. Parece mentira que a día de hoy y con una universidad balear, no exista ninguna tesis doctoral sobre el castillo de Bellver. De hecho, la mejor descripción que se ha hecho sobre Bellver y que se ha copiado infinidad de veces, es la que hizo Jovellanos a principios del siglo XIX, cuando estuvo aquí de 1802 a 1808. Un trabajo magnífico y que es la base de todos los escritos posteriores. Pero claro, hablamos de un escrito de hace dos siglos. Así que queda mucho por hacer y estudiar. Y eso sin hablar de las colecciones de la historia de la ciudad, que no son conocidas por el gran público.

Porque, estamos ante un monumento referente mundial ¿no?

El castillo de Bellver debería ser Patrimonio de la Humanidad, por sus características. No es único por el hecho de ser circular, pues hay otros similares de la época medieval, pero sí es único por su alto nivel de conservación. En eso es realmente un referente. Y lo demuestra el hecho que tenemos estudiosos del patrimonio mundial o historiadores que vienen y piden información. Hace un mes tuvimos a una profesora americana interesada en conocer cómo vivió aquí Jovellanos. También la geometría de Bellver interesa a profesores y arquitectos de fuera.

¿Y está igual que hace siete siglos?

A lo largo del tiempo se han tenido que hacer algunas obras de reforma y mantenimiento. Muchas sin estar documentadas y algunas sin base histórica. Sabemos que en los años cuarenta hubo un trabajo muy importante de limpieza y reforma, pero sin documentar. Y es que, como tras cada episodio bélico se ha utilizado como cárcel. Es, a partir de los años setenta del siglo pasado, con las intervenciones del arquitecto Alomar, cuando cualquier intervención está registrada y documentada. Ahora mismo, hace apenas medio año, se han acabado unas obras importantes en el exterior, en el paseo de ronda, pues una parte de la muralla estaba en muy mal estado.

Para clavar una chincheta imagino que se lo piensa dos veces.

(Sonríe) Piense que aquí, para cualquier obra que se haga, debemos tener el permiso de las comisiones de patrimonio y centro histórico, pues el edificio está catalogado como bien de interés cultural en su grado máximo de protección.

Hablemos del castillo como sede de actividades culturales.

Aquí, en verano, tenemos una temporada muy amplia de conciertos, los de la Simfònica y otros propios del Ajuntament. También durante muchos años albergó la temporada de Juventudes Musicales, hoy tristemente desaparecida. Sí, hay una actividad casi diaria, en verano. Eso, junto a las exposiciones, las fijas como la colección de escultura clásica del cardenal Despuig, en el primer piso, y la de Historia de la Ciudad, en la planta baja, y las temporales, como ahora la que Judit Vega ha comisariado sobre el arquitecto Ferragut, convierten el castillo en un lugar muy activo culturalmente. Piense que el castillo debe ser Museu de Arte Antiguo, tal como obliga el pliego que se firmó en 1932 cuando el gobierno de la República lo cedió al ajuntament de Palma. Y como en aquella época no existía el Museu de Mallorca, en Bellver se depositaron todos los materiales arqueológicos procedentes de las excavaciones de toda la isla, así como la ya citada colección Despuig que Palma compró en el año 1923 y que estaba en Raixa, la finca de la familia del cardenal.

¿Cómo ha cambiado el entorno del castillo?

Ha cambiado poco desde 1970 cuando se construye la actual carretera, que permite la llegada de autocares, turísticos, sobre todo. El resto está casi igual, con algunos nuevos caminos perimetrales para evitar el peligro de incendio, caminos por los que sí se permite circular en bicicleta, cosa que debería evitarse en otras vías del bosque, pues dañan la reforestación.

¿Qué necesita el castillo para que los ciudadanos de Palma lo sientan como suyo?

Un gran centro de interpretación. El futuro de Bellver está en saber explicar su propia historia. Pero no solo Bellver, sino toda Palma necesita explicarse a sí misma. El Ajuntament tiene suficientes espacios y edificios que deben ser explicados a los que vivimos aquí y a los que nos visitan. ¿Por qué no un gran centro de interpretación de la ciudad de Palma?

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