Recuerdo que hace años (una cantidad vergonzosa de ellos), cuando llegaba el fin de semana, empezaba a sentir una especie de atracción casi magnética a cualquier bar con buena música, amigos y cerveza. Y ahora, mirando la fachada de este entrañable local (Café Antiquari), no puedo evitar pensar lo mucho que me representa el hecho de que se llame como un lugar lleno de antigüedades.
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