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«Contra las olas de calor en Palma, menos cemento y más árboles»

«En Palma apenas hay verde urbano», sostiene la bióloga del Ibanat Antònia Llabrés

Muchas calles de Palma, como la de Manuel Azaña, registran temperaturas más elevadas y una mayor contaminación por la falta de árboles. | GUILLEM BOSCH

Tarde o temprano el mundo comprenderá que la solución al cambio climático está en la naturaleza. Que las armas para combatir el calor extremo no son otras que las plantas, árboles y arbustos, y que la inversión en espacios verdes es una apuesta a largo plazo para que las ciudades sean habitables.

La bióloga del Ibanat Antònia Llabrés, especializada en botánica y técnica en sensibilización en la Xarxa Forestal balear, afirma contundente que replantear los modelos urbanísticos para centrarlos en la vegetación —y no en el asfalto y el cemento— es «absolutamente prioritario», y confía en que los ciudadanos y las instituciones se den cuenta más pronto que tarde. Sin embargo, los termómetros ya registran récords históricos y Palma, en especial, sufre una «enorme falta de árboles y vegetación»: «Apenas hay verde urbano en Ciutat», afirma la bióloga a este diario.

La temperatura de una calle puede variar hasta ocho grados en función de si tiene árboles o no. Una diferencia abismal cuando se trata de temperaturas tan extremas como las que se han sufrido este verano: «Por eso digo que la manera de luchar contra las olas de calor es invertir menos en cemento y más en árboles», señala Llabrés.

Calles como la del Borne o las Ramblas son un refugio fresco los días de calor más intenso gracias a la sombra que proyectan los enormes árboles a los lados de la calzada. El problema empieza desde las Avenidas hacia afuera, en el Eixample de Palma: «Muchas zonas solo tienen la sombra de los edificios, porque apenas hay vegetación», explica.

Y es que, a falta de árboles y plantas, la sombra de los edificios, proyectada por materiales artificiales como el cemento, es caliente y no ofrece una sensación térmica agradable. Esto ocurre en zonas como la Tanca de Son Sardina, la calle Felicià Fuster justo detrás del Palacio de Congresos, o la de Manuel Azaña, al igual que muchas otras calles de Palma en las que la vegetación brilla por su ausencia y el calor es sofocante.

Toda la sombra de la calle Felicià Fuster, detrás del Palacio de Congresos, la proyectan los edificios. | GUILLEM BOSCH

Cuando la luz del sol cae sobre superficies duras e impermeables como el pavimento, la calle está más caliente. Está científicamente demostrado. Pero los árboles cumplen muchas otras funciones, como la de reducir la velocidad del viento, disminuir la cantidad de contaminantes químicos y acústicos o mejorar la calidad del aire, enumera Llabrés.

La bióloga del Ibanat Antònia Llabrés. | DM Irene R. Aguado

Frente a las olas de calor, y aprovechando la cantidad de ventajas añadidas, en España se ha levantado levantado una ola de renaturalizaciones urbanas, muchas de ellas impulsadas por los fondos europeos, en municipios como Lleida, Pontevedra o Santander. «Ahora falta que Palma se ponga las pilas. Hay mucho, muchísimo por hacer», insiste la especialista en botánica.

Pero la vegetación urbana no se improvisa. Hace falta planificarla con tiempo para que los árboles crezcan, y tampoco vale cualquier tipo de especie: es necesario evitar los que suelen producir alergias, como los plataneros, explica la profesional del Ibanat. Tampoco las palmeras, como las del Paseo Marítimo, son realmente efectivas: «Son muy bonitas, pero apenas dan sombra, no es lo que necesitamos en Palma».

Árboles como los almeses o los ficus son ideales para la fauna urbana, que se tiene que complementar con arbustos y plantas, pero sobre todo con mucha concienciación social: «Hace falta cambiar la percepción de los ciudadanos. Es fundamental que se entienda la importancia de la vegetación en las ciudades».

La reurbanización que plantea Llabrés pasa también por los patios de los colegios, como el del Felip Bauçà, donde los menores juegan en el recreo a pleno sol. «Es bueno que los niños corran y se diviertan rodeados de naturaleza», explica la bióloga, que propone los jardines verticales como una solución para estos espacios. Semillas que se plantarían en las escuelas, al fin y al cabo, para gestar un futuro sostenible y sensibilizar a los ciudadanos del mañana.

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