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Un Jardín Botánico para Palma

Costa de la Sang abierta en terrenos del antiguo Jardín Botánico. A.F.

«Pocas cosas dan más satisfacción que regalar un jardín a tu ciudad». Esta frase, o aproximada, la leí una noche, hace 17 años, en un relato que he intentado volver a encontrar y no he conseguido. Me quedé impactada por la casualidad del momento. Yo acababa de llegar a casa después de mantener encendida polémica con Rodrigo de Santos y otros regidores sobre el famoso soterramiento de las vías del tren en Palma. Era allá por 2005. Muchas personas pedíamos que en el espacio liberado en superficie no hicieran circular 25.000 coches, como pretendían, sino que extendieran un gran parque que bautizamos entonces como futuro Parc de les Vies. Sería como una lengua verde que se alargaría desde las afueras, a la altura del polígono de Son Fuster, hasta el mismo centro de la ciudad.

La acalorada discusión sucedió sobre las 21 h en una de las aulas de la escuela de Son Oliva, abarrotada de gente. Encontrarme con esa frase en mi lectura, esa misma noche, fue algo fortuito y sorprendente.

A Rodrigo de Santos no lo convencimos, pero al equipo de gobierno siguiente sí. Así que podemos decir que en su día ganamos lo difícil, al evitar que fluyeran los coches a mansalva desde la autopista de Inca hacia el centro. Lo fácil, que era disfrutar de esa sabia decisión, plantando mogollón de árboles y creando caminos y recovecos agradables, pese a haber tenido muchos, muchos años para hacerlo, los sucesivos gobiernos municipales no han querido llevarlo a cabo.

Pero como estos últimos días estoy por celebrar cosas, voy a agradecer tanta desidia. Lo bueno del caso es que ahí sigue la tierra, 17 años después, grande en extensión, una gran bolsa fértil y paciente... esperando un Gran Jardín.

Y por qué no el tan deseado Jardín Botánico de Palma, que desde hace casi tres siglos busca y no encuentra sitio en esta ciudad, larga en historia, cosmopolita y con gente formada.

Explican Jaume Llabrés y Aina Pascual, con las fotos de Donald Murray, que ha habido varios intentos de crear un Jardín Botánico en Palma. De los amagos que relatan en su libro Los Jardines de Palma, solo uno tuvo un éxito limitado, el que se hizo en la Era de l’Hospital, del que sus primeras noticias datan de 1827, momento aquel de eclosión científica y naturalista. Pero su crecimiento fue cercenado a finales de ese siglo por un urbanismo sin muchos miramientos para con los árboles, al abrir la Costa de la Sang en terrenos del Botánico. De él nos queda muy poca cosa en los Jardines de la Misericordia. El gran ficus, por ejemplo, y también el nombre de una calle cercana.

Después de eso y en épocas mucho más cercanas hubo el intento de aprovechar es Carnatge para crear uno. Lo impulsaba mi profesor de botánica Lleonard Llorens, al que me sigue uniendo la pasión por ese mundo verde y fascinante. Esa opción se descartó, quizás por cuestiones climatológicas y porque no era el lugar idóneo, ya que se optó por la renaturalización de la zona. Me consta que se intentaron algunas otras ubicaciones sin éxito.

Hoy en día los jardines botánicos de las principales ciudades se conciben, al igual que algunos museos, como un entramado de distintas sedes con una gestión conjunta.

Lo cierto es que Palma sigue mereciendo, de una vez por todas, un Jardín Botánico. En el espacio del que les hablo, entre Son Forteza y la autopista, de unos 40.000 m2, habría cabida para una de esas sedes y más, claro. Sería un proyecto estupendo, que estaría vinculado a barrios necesitados de revulsivos y de mimos, en un lugar en que la vegetación podrá crecer, al que se puede acceder con relativa facilidad y en el que se podrá desarrollar la didáctica, observación e investigación. Y, por supuesto, sería también un lugar visitado por locales y turistas. Como pueden ver, todo son ventajas. Pongámonos a ello.

Un Jardín Botánico en Palma… mmm, da buen rollo solo nombrarlo. Y recuerden: «Nada da más satisfacción que regalar un jardín a tu ciudad».

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