La celebración del Corpus Christi contó ayer con la presencia del nuncio del Papa en España, Bernardito Auza, quien ante una Catedral llena agradeció al obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, su invitación a «la ciudad de La Palma». Al margen de este lapsus, esta fiesta recuperó ayer la normalidad, tras dos años en que el confinamiento y las restricciones impidieron realizar la tradicional procesión tras la eucaristía en la Seu. Pese a lo caluroso del día, el templo se llenó de feligreses que después desfilaron tras la Lledània y la Custòdia, además de otras insignias religiosas.

Esta fiesta tan significativa en el calendario católico comenzó a las cinco de la tarde con la exposición del Santísimo. Una hora más tarde empezaba la eucaristía, en la que el nuncio recordó que el Corpus es «el día de la caridad». Pasadas las siete y media de la tarde se abrió el portal Mayor de la Catedral para iniciar la procesión. Fuera esperaban la Policía Montada de Gala, los Tamborers de la Sala y xeremiers, Cossiers i Cavallets con la Dama. Al poco salió del templo la Creu de la Lledània, cubierta por más de 1.200 flores de cera de colores. Seguidamente, salieron los estandartes de las distintas cofradías de Palma.

La procesión del Corpus se encaminó hacia Dalt Murada y realizó un recorrido por la calle Palau, Santa Eulàlia, plaza de Cort y Palau Reial hasta la Seu.

En ese recorrido, acompañando la Custodia también iban el nuncio y el obispo.

Cerraban la procesión los cerca de 2.000 feligreses que habían asistido a la eucaristía y bastantes ciudadanos que esperan fuera de la Catedral.

Corpus sigue siendo una celebración solemne, en la que han caído pétalos en la calle pero con muchos menos balcones engalanados de lo que era habitual años atrás.