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Opinión

El orgullo de pisar charcos y no mojarse

La concejala de Justicia Social, Feminismo y LGTBI, Sonia Vivas, en una imagen de archivo.

El alcalde José Hila está atado de pies y manos porque necesita el voto de su concejala de Justicia Social, Feminismo y LGTBI, Sonia Vivas, que ha amenazado con no dárselo si el partido en que milita, Podemos, o él mismo ponen coto a sus iniciativas delirantes. Y caras. No olvidemos que el consistorio va a sacar 70.000 euros de las arcas públicas para sufragar la francachela de Cort con motivo del Orgullo, convirtiendo un consolidado acto reivindicativo en un «evento» mercantilista destinado a atraer turistas que «luego se comprarán pisos» en la urbe (palabras textuales de su visionaria organizadora). Un programa de actividades con alma inmobiliaria y contenido marciano, un pastiche de yogas, pinchadiscos y mindfulness amadrinado por una exdiputada de Vox. Nuevamente la izquierda tontorrona sujetándole el altavoz a la ultraderecha. Muy bien ha de irle a esta ciudad para que sea una prioridad hacer sombra a los colectivos LGTBI, que llevan años peleando sus derechos, y que están enfrentados con la polémica regidora experta en autoayuda, decidida a capitalizar una lucha histórica a beneficio de su marca personal.

Una semana de botellón arco iris cuarto milenio en sa Feixina es lo que estaban deseando, por otro lado, los combativos vecinos de Santa Catalina. Un poco más de ruido que se añade al que últimamente envuelve la acción municipal, que da la impresión de avanzar de charco en charco pero sin mojarse. En los reinos de taifas de la coalición de gobierno, los partidos aliados critican el engendro de Vivas como si no fuera con ellos. Pero va. Lo permiten, y lo pagan con los impuestos de todos.

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