¿Son una asociación de vecinos o una cuenta de Twitter?
Las dos cosas. La visibilidad que nos da la cuenta de Twitter es magnífica para llegar a tanta gente y que conozcan la realidad del barrio.
¿Gracias a esa repercusión
ahora el Ayuntamiento les toma en serio?
Sí. Por primera vez en diez años parece que tienen la intención de actuar. Estamos hartos de negociaciones infructuosas y de perder nuestro tiempo y el de los políticos para no llegar nunca a nada. Esperemos que esa voluntad se concrete en hechos.
¿Un alcalde del PP sería más receptivo con sus reivindicaciones?
No lo sabemos. Pero pensamos que nuestras reivindicaciones son tan justas que ningún alcalde puede negarse a atenderlas.
¿Su protesta
vecinal acabará dando votos al PP?
Depende de cómo actúen los actuales gobernantes. Que se pongan las pilas y den respuesta a un clamor de tanta gente indignada y harta de sentirse ignorada porque muy pocas veces, casi nunca, nuestras denuncias han tenido respuesta. Pedimos valentía política y algo tan obvio como que se cumpla la normativa. También estamos en una plataforma contra el ruido y el incivismo, la Mesa por la Convivencia, con asociaciones de otros barrios con las que hablamos conjuntamente con el Ayuntamiento.
Denuncian que Santa Catalina se convertirá en el nuevo Magaluf. ¿No exageran?
No, porque hay una línea ascendente durante los últimos años. Basta que cualquier ciudadano recorra el barrio para darse cuenta. Los políticos no conocen nuestra realidad, por eso es tan importante publicar los vídeos. Ahora en los balcones y ventanas se ven más carteles de ‘Silenci, Respecte, Civisme’. ¿Al principio los vecinos tenían miedo de exhibirlos?
Sí, pero la gente está harta y ya no puede más. Y además somos un barrio unido y cohesionado. Los residentes nos hemos unido en esta lucha y eso nos ha dado valor para manifestarnos.
¿Hay cohesión
con tantos residentes extranjeros?
La proporción de residentes extranjeros es poca, aunque los hay que tienen pisos pava venir de vacaciones como segunda residencia. Son los que dan problemas porque vienen en verano y dan fiestas escandalosas porque tienen la percepción de que aquí todo está permitido.
¿Lo que está pasando es el precio a pagar por vivir en el barrio de moda de Palma?
El barrio de moda lo han ideado aquellos a los que les ha interesado hacer negocio de esta situación, los que han especulado con los locales de restauración.
¿Ha pensado
en irse de Santa Catalina?
No, ni ninguno de los que estamos en la asociación. Aunque sí conocemos a personas que han dejado el barrio hartos de los problemas que implicaban el ruido y la actitud de los restauradores, que no tienen ninguna consideración con los vecinos. Permiten a sus clientes que griten y canten, y les dan igual las quejas.
Denuncian
a los bares y restaurantes infractores por su nombre, y les graban en vídeos que difunden en las redes sociales. ¿Hay tensión cuando se los encuentran por la calle?
Hemos recibido amenazas por parte de algunos de ellos.
El primer día
del anunciado dispositivo policial de Cort había más periodistas que agentes. ¿La presencia policial ha aumentado?
No, pero ha tenido un doble efecto. Por un lado, los restauradores que sobreocupaban las terrazas han empezado a cumplir la normativa. Y también hay menos personas bebiendo fuera del local de pie. Hasta ahora tenían un sentimiento de impunidad.
¿El problema es que la policía local multa poco o que las multas que se ponen no se tramitan?
No hemos llegado a aclarar cuál es el criterio. Por ejemplo con respecto a los músicos callejeros o a las bombillas que los restauradores cuelgan fuera de sus locales. Pese a estar prohibido, la policía no lo sanciona. Y tampoco llegamos a saber qué pasa con las multas que ponen porque las sanciones pasan a Hacienda, que dicta la cuantía, y desconocemos si se llegan a pagar. Pedimos actuaciones más efectivas.