Los vecinos de Santa Catalina han estallado y no están dispuestos a callar más. Desde la Associació Barri Cívic hicieron pública ayer una carta abierta dirigida al alcalde José Hila donde le exigen que adopte «medidas efectivas e inmediatas» ante la «grave» problemática de convivencia y salud pública que «se ha cronificado» y «sigue en aumento, más allá de este verano», en el barrio.

«Hasta el día de hoy el Ayuntamiento que representa ha hecho oídos sordos a las numerosísimas reivindicaciones vecinales que insistentemente le venimos presentando», se dirigen al alcalde desde la asociación. 

Tras diez años de denuncias, protestas y avisos, reuniones infructuosas con alcaldes, policía y regidores, los residentes aseguran que han observado un empeoramiento «preocupante» en el cumplimiento de la normativa vigente «que evidencia el desconocimiento por parte de las autoridades de la realidad: hay infracciones flagrantes, repetidas, visibles, fácilmente detectables en la vía pública diariamente de día y de noche», señalan en el escrito.

En el texto, los vecinos enumeran con gran detalle cuáles deberían ser las acciones necesarias para terminar con la situación de excesos e incumplimiento de la normativa, una serie de propuestas que le exponen al alcalde. «Pedimos que se destinen patrullas policiales a pie los fines de semana, que vigilen y sancionen las conductas incívicas y los incumplimientos de normativa; que haya un control policial de día, con el anunciado policía de barrio; que se hagan públicas las cifras concretas de cuántos efectivos policiales hay destinados, en qué días y horarios, y concretamente qué actuaciones han realizado porque los vecinos no hemos notado ninguna mejoría». Asimismo, también solicitan que el departamento de Interior realice un plan zonal para la calle Fàbrica en base a la Ordenanza Municipal de Ocupación de la Vía Pública que otorgue a Cort la potestad de ordenación de usos del denominado eje cívico. Y proponen que se realicen mediciones del ruido, se hagan públicas y se tomen medidas para que los niveles permitan el descanso de los residentes. También exigen que se revisen las licencias de todos los locales, que se tomen medidas para garantizar el descanso y la salud de los residentes de es Jonquet, «derivados en gran medida por la discoteca ubicada en zona residencial, y que cada fin de semana ven peligrar su integridad física por el simple hecho de dirigirse o salir de sus casas».

También entienden que sería necesario revisar y adecuar los horarios de salas de fiesta y discotecas en edificios plurifamiliares, entre medianeras, en calles que no tengan el ancho adecuado y en barrios residenciales sobresaturados. Piden una reducción de los límites de las terrazas, que se pinten urgentemente los lindes de las mismas y que se controlen las ocupaciones de la vía pública y los aforos. También que se garanticen los tres metros libres de terrazas en el paso central de Fàbrica para asegurar el paso de vehículos de emergencia o que no se permita abrir ningún local más con una simple declaración responsable, entre otras cuestiones que según los vecinos no se están cumpliendo. «Exigimos a nuestros representantes públicos que pongan los recursos municipales al servicio de la ley que ampara a la ciudadanía», subrayaron.

«Mi hija de 6 años no puede dormir»

Por otra parte, dos vecinos más narraron a este diario sus problemas con el desmadre que se está produciendo en el barrio. Pedro anunció que junto a un nutrido grupo de vecinos de la calle Monseñor Palmer interpondrán una denuncia en la sede de la policía en San Fernando contra dos locales sobre los que llevan quejándose meses y uno de ellos, años. «Desde enero, he llamado al 092 unas 120 veces», comenta. «No descansamos, yo vivo justo encima de esos bares y nos han amargado la vida. Tengo una niña de seis años que algunas noches no puede dormir del ruido, es una niña a la que le pueda afectar a su desarrollo toda esta situación», alerta. «El sábado pasado un cliente amenazó a una vecina, una señora mayor que se puso a llorar. En la finca hay gente de 90 años también. No hay derecho a lo que está pasando», protesta. La situación también afecta a la finca de enfrente, «donde residen unas 60 familias. Estamos agotados, nerviosos, dormimos entre tres o cuatro horas diarias y luego nos tenemos que ir a trabajar», explica. «Encima, cuando les pides que se callen, por favor, te abuchean, te dicen que si no te gusta que te vayas a vivir a la montaña», agrega. 

«El problema no viene solo por los bares, en la calle también hacen botellón y ruido, ponen música y no viene la policía», dice una vecina cansada de poner denuncias refiriéndose a las escaleras que conectan la calle Joan Maria Thomàs con Bisbe Moncadas, en la plaza del antiguo Mallorca Tenis Club.