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Reivindicación de las madres

Imagen de la Mare de Déu de la Salut, patrona de Palma. Miquel Massutí

La maternidad es el poder más inmenso y también el más generosamente ejercido. Un poder en manos de las mujeres que, salvo alguna excepción, se practica desde el altruismo, la entrega hacia hijas e hijos y también hacia el entorno social.

Solo celebré durante años el día de la madre como homenaje a la mía.

Mis hijas nunca me felicitaron, ni ahora yo a ellas, que también son madres. Me tocó una época de romper con lo que considerábamos rancio y encima consumista. Que Galerías Preciados marcara el día de las demostraciones de afecto, no me motivaba. Ni el de la madre, ni el del padre, ni el de san Valentín. Únicamente conservé hacia mi progenitora esa tradición y me alegro de haberlo hecho.

Ahora dudo si no debería haber instaurado ese homenaje como un elemento de reconocimiento también entre mi descendencia. Sé que me he vuelto un poco folclórica y ya he dicho alguna vez que ahora entiendo las palabras de Lola Flores que siempre se jactaba de lo mucho que ella había trabajado y había luchado por su familia. Y reivindicaba a voces ese reconocimiento. Pues ahí estoy yo ahora, dudando sobre si dar por entendido que el respeto y el ejemplo son suficientes para que se trasmita a las futuras generaciones que las madres son la bomba.

Se puede ser madre junto a un padre compañero y responsable y eso debe ser genial. Afortunadamente, la ciencia y las leyes permiten a las mujeres, ahora, engendrar a través de inseminación con las células que algún desconocido entrega a un laboratorio, a veces sin cobrar y a veces cobrando.

Por supuesto, no hay que ser madre para sentirse una mujer realizada y feliz. Cada cual que haga lo que quiera y pueda. Parece que se superó aquello de que si una mujer no se casaba y era mamá, era un bicho raro, o estaba enferma o apestada.

Pero hay nuevas amenazas que afectan a las mujeres precisamente por su capacidad de gestar nuevas vidas. La comercialización de su cuerpo como vasijas para desarrollar hijos para otros es quizás la mayor aberración que ahora acosa a muchas de ellas. Disfrazado de entrega, generosidad y altruismo, los mismos conceptos que envuelven la maternidad ahora califican a la llamada subrogación de vientres, un nombre que no disimula la infamia. Famosos homosexuales y heterosexuales ya han utilizado el cuerpo de mujeres para hacer realidad su deseo de paternidad y maternidad. Hemos sabido que Ucrania era uno de los lugares en que la producción de bebés era fructífera. Mientras tanto, las películas tiernas, incluida la serie Friends, ya hace años, intentan normalizar ese acto de crear vida en el interior de unas mujeres, parir a las criaturas y entregarlas a otros. Desquiciante, injusto y, a mi juicio, inmoral.

Imagen de la Mare de Déu de la Salut, patrona de Palma.

Imagen de la Mare de Déu de la Salut, patrona de Palma. Miquel Massutí

Hablando de justicia, me declaro fan de por vida de la científica Carola García de Vinuesa, mente y corazón privilegiado que ha dedicado un tiempo de sus investigaciones en defender la inocencia de una madre acusada en Australia, y ya con sentencia firme, de haber matado a sus cuatro hijos. El infierno que debe estar pasando desde la muerte de su primer hijo, la condenada, Kathleen Folbigg, no se puede ni imaginar. Carola ha descubierto que las criaturas que nacieron de Kathleen estaban afectadas por mutaciones genéticas que explican las cuatro muertes. Esa mujer continúa en prisión porque cuesta deshacer lo que un jurado popular había estipulado como demostrado. Aborrezco los jurados populares. Y es perverso que la pobre mujer lleve el apellido de su marido, del que se separó y por culpa del cual está en prisión.

¿Y qué tiene esto que ver con Palma, lugar del que he de escribir ya que estoy en esta sección del periódico? Pues poco, excepto este último párrafo. Pese a que no soy creyente, me encanta entrar en la iglesia de Sant Miquel a ver a la Verge de la Salut. Me gusta que Palma tenga una patrona y un patrón, y el niño regordete en brazos de ella me fascina, se le ve saludable. No pudo interceder nuestra patrona, la madre por excelencia, en conseguir que la salud de los hijos de la mujer australiana no segara sus vidas, seguro que nadie se lo pidió. Pero una mujer científica está ahora empeñada en sacarla de la cárcel. Es de justicia que lo consiga.

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