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Macetas gigantes para tapar bocas | por Ángels Fermoselle

Macetas gigantes en la plaza Pere Garau.

Ya están amarillentas algunas de las plantas que han colocado en ocho macetas gigantes en la plaza Pere Garau, sobre el aparcamiento subterráneo. Dos y dos en los laterales y cuatro distribuidas en zigzag en el eje central. Lo de gigantes no es exageración, es la definición textual que se hace en las redes sociales del ayuntamiento de Palma. La maceta en cuestión es de prefabricado de hormigón, imitación piedra, y me llega hasta la barbilla. Han plantado en ellas arbustos de Rosa Siria, un tipo de Hibisco que se puede formar como árbol de copa pequeña y tronco de hasta unos 3 metros de altura.

Las que tienen peor aspecto ahora son las de los macetones centrales. Cuando una planta de mi patio se pone amarilla, normalmente es por exceso de riego o porque llega el otoño en el caso de que la hoja sea caduca. Creo que lo demacrado de las nuevas plantas no se debe a ninguna de estas causas.

Te hace sentir pequeña caminar junto a ese pedazo de artefacto y llama la atención que los hayan colocado allí, porque al principio de la pandemia retiraron todos los bancos argumentando que suponían un obstáculo para la nueva distribución de los puestos del mercado.

Al menos harán sombra, pensarán, pero no es probable porque, en el caso de que medren, el crecimiento constreñido en jardinera y el tipo de planta elegida no es comparable al de un frondoso árbol.

Sufrí la construcción del aparcamiento de Pere Garau de principio a fin. Encima quedó un solárium que en los días de mercado se ve aliviado por los toldos blancos que cubren los puestos de fruta, verdura, flores o ropa, según el día. Desde el vecindario se ha propuesto crear algún sistema de umbráculo, pero Cort ha optado por una cosa aparatosa que su propaganda califica de embellecimiento.

El día que trajeron los enormes tiestos y, ya que no salía de mi asombro, intenté buscar una opinión objetiva sobre los soportes y las plantas. Así que consulté a un amigo jardinero que se conoce la ciudad muy bien y tiene experiencia en cuidado del espacio público. Su contestación textual fue la siguiente: «Es una horterada; no disfrutas la planta porque no la ves; es un peligro para la seguridad ciudadana porque se pueden esconder detrás y asaltarte; parece que han clavado escobas y… lo hacen para taparos la boca».

Lo de que lo hacen «para taparos la boca» iba muy bien encaminado y venía a cuento porque el desencuentro entre la gente que llevamos años defendiendo Pere Garau y los actuales responsables municipales ya es antológico por muchos motivos y especialmente, ahora, por Nuredduna. De verdad que me hubiera encantado que mi experto en jardinería me hubiera dicho que le gustaba la iniciativa de plantar jardineras gigantes. Resulta agotadora tanta decepción.

Pero de toda esta controversia he aprendido una cosa inesperada. Al finalizar el mensaje de voz, mi amigo concluía de una manera un tanto abrupta diciendo: «… parece un estafermo». ¡Estafermo! No conocía el significado de esa palabra, así que lo busqué con la ilusión de quien cava en busca de un tesoro. Y lo encontré. Dice el diccionario que es un muñeco giratorio, usado en los torneos medievales, con un escudo en la mano izquierda y una correa con bolas o saquitos de arena en la derecha y que, al ser herido en el escudo con una lanza por jugadores que pasaban corriendo, se volvía y golpeaba con las bolas o con los saquitos al jugador que no pasaba rápido. No me digan que no es una maravilla que se puedan sacar aprendizajes lingüísticos de decepciones municipales. Voy a coleccionar mi nueva adquisición junto a mamotreto y armatoste porque aunque no sean lo mismo, casan bien.

Y digo yo que, ya que se han gastado unos cuantos miles de euros en estafermos inmóviles, a ver si alguien lee esto y salva a los pobres Hibiscus syriacus. Ah, y también podrían retirar los pañuelos de papel usados y restos de zumos y cafés que ya llenan esos grandes maceteros. Se ve que hay quien los confunde con superpapeleras.

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