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Pensar, compartir... | El hilo conductor de los libros

El hilo conductor de los libros. Ingimage

Me he parado en el mercado y he cogido prestado un libro de la estantería de viejo que Flipau tiene instalada allí. Me encanta rebuscar entre las páginas de los que se publicaron en la década de los 60 y principios de los 70. La época de mi infancia y por tanto la evolución de pensamientos que influyó decisivamente en mi formación.

En esa época en muchos hogares se coló la Biblioteca Básica Salvat, gracias a una edición económica que patrocinó la radio y televisión pública RTV, sin la E. Entre breves clásicos de la literatura publicaban ensayos de análisis social, geografía, arte y ciencia, escritos por gente significada de la época. La intención era acercar todas las materias a todo el público.

El que ojeo hoy se titula Visado para el futuro, de Luis Miravitlles, divulgador científico que recibió un ondas por su programa del mismo título en la única cadena de televisión y que permaneció en pantalla entre los años 1963 y 1965. Ahora entiendo que ese catalán que impartía Química en la Universidad, farmacéutico de carrera y miembro de la Comisión de Selenología de la NASA, debió ser para alguien como el profesor Protón lo fue para Sheldon Cooper y Leonard Hofstadter de la serie Big Bang Theory. Inspiración, modelo y, con el tiempo, casi mito. Qué suerte haberlo descubierto ahora.

Cuando Luis Miratvilles acabó su programa televisivo yo tenía 7 años y acabábamos de estrenar la tele. La había construido un técnico conocido de mi familia, el señor Manzano, que también reparaba la radio y el tocadiscos de la casa. Se ve que el prêt-à-porter había llegado a la ropa pero no del todo a ese tipo de artilugios misteriosos de la comunicación en imágenes.

La estantería de Flipau es una criatura cambiante. El trasiego de libros permite vínculos invisibles entre sus páginas, sus autores, la gente y la vida misma.

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Para cuando Miratvilles escribió el libro de RTV ya hacía 4 años que su programa no se emitía y justo cuando se editó se acababa de producir un hecho que él define como una fabulosa cima de la historia de la humanidad. Los humanos habían pisado la luna. Él lo señala como un hito y la demostración de un avance sin pausa. Pero fíjense como deja caer una cierta desazón por la rapidez con que la gente absorbe, digiere y aparentemente olvida hechos cruciales. «No han pasado aún 15 días, cuando escribo estas líneas, desde el momento en que Armstrong pisó por primera vez un cuerpo celeste y ya parece haber sido olvidado por la atención pública el trascendental hecho. Quizás la humanidad esté cansada de datos…». ¡Cuántas veces, 50 años más tarde, pensamos lo mismo y nos creemos que antes no pasaba!

La estantería de Flipau es una criatura cambiante. El trasiego de libros permite vínculos invisibles entre sus páginas, sus autores, la gente y la vida misma.

A veces soy incapaz de devolver alguno. Me pasó con el de gramática francesa escrito en 1939 por un profesor de Badajoz. Nos encontramos cuando me acababa de despedir de mi madre y nunca más la podría acariciar. El francés siempre ha sido un signo de su identidad y ese libro sí se va a quedar entre mis manos.

He dejado en los estantes del mercado varios a cambio, para colaborar en ese hilo conductor que te lleva de la infancia a la luna y de un técnico en radios a lo efímero de los acontecimientos, pasando por lo más íntimo.

Sin desmerecer el avance que supone, espero que cuando se abra la biblioteca reivindicada desde hace 15 años en Pere Garau y anunciada el otro día como algo hecho, pero para dentro de tres trimestres, nuestra querida estantería siga humilde y viva en su rincón.

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