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Pensar, compartir... | Crecer para estar peor

El Cercle d’Economia, entidad de la que hoy por hoy me declaro fan, elaboró un informe en el año 2017 sobre el estado de salud de la economía balear. Analizaba detalladamente los parámetros poblacionales, laborales, empresariales, de inversiones públicas y privadas para poder determinar las constantes vitales de nuestra comunidad. Y la cosa muy bien no iba. La economía crecía pero individualmente cada vez éramos más pobres. Como saben, los siguientes años siguieron la misma tendencia. Dejando aparte el drama provocado por la pandemia actual, perdemos riqueza y calidad de vida.

En una de las páginas concluyentes de su estudio, el Cercle ponía titular al problema principal: «Se demuestra un grave deterioro de los principales indicadores de bienestar en Baleares» y a continuación aconsejaba repensarlo todo para encontrar soluciones. Junto al titular citado y como si de un árbol se tratara, seccionaba en tres el vegetal y visualmente detallaba en sus raíces las causas del deterioro, en el tronco el problema central y en la copa, depositadas sobre las ramas y hojas, los efectos o consecuencias.

Entre las causas citaba entre otras el monocultivo turístico y cuestiones demográficas. El problema central marcado en rojo era el deterioro de la calidad de vida y entre los efectos la disminución del PIB per cápita, el crecimiento de la desigualdad y la pobreza y el deterioro del patrimonio natural (yo añadiría también el del paisaje histórico cultural).

Se sabe que el incremento de población ha sido muy importante en estos años de crecimiento económico global pero de empobrecimiento individual alarmante. El motivo de ese crecimiento de población ha sido la oferta laboral especialmente vinculada a los negocios complementarios al turismo. Se podría decir que el monocultivo turístico infiltra venenos con consecuencias insospechadas. El parón absoluto actual por una causa aparentemente impredecible, el virus, es una demostración más de los peligros de la economía balear.

Una de las muchas preguntas que cabría hacerse es si la isla, y concretamente su capital, ha de planificar siempre un crecimiento en su número de habitantes o quizás es el momento de replantear las cosas para que la calidad de vida no siga disminuyendo. Crear puestos de trabajo es estupendo, siempre que sea empleo de calidad y que aporte en positivo a la convivencia y al futuro. Si solo nos quedamos en los números, como ha demostrado el Cercle d’Economia, unos suben y otros muy importantes bajan. Y el balance global no es bueno.

Si los estudios señalan los problemas y el camino de las soluciones deberíamos reorientar las cosas y hay algunos síntomas en la planificación urbanística de toda Mallorca que hace que ponga en duda la voluntad real de disminución de la presión ecológica sobre el medio y también el impacto social sobre el sistema de organización que nos hemos dado. Me pregunto por qué un territorio tan sensible como el insular no establece con sus planes urbanísticos techos poblacionales más estrictos tanto de habitantes estables como de visitantes.

Pero la cosa no va por ahí, al contrario, en los anuncios del nuevo PGOU se habla de una férrea voluntad política de crear más viviendas en nuestro municipio. Las que se pueda de protección social y gestión pública, se dice. Muchas se ofrecerán en alquiler para jóvenes, afirman. Pero ya prevén que un 40% de la nueva construcción sea para nuevos habitantes. Crecimiento, crecimiento, crecimiento… No saben que la máxima de crecer o morir hace tiempo que, hasta en la naturaleza, se ha demostrado obsoleta.

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