El antiguo salón de baile del edificio de La Protectora quiere volver a lucir la planta diáfana con altos techos donde se celebraba su popular fiesta de Carnaval, la claraboya de vivos colores sobre la escalinata busca iluminar de nuevo las baldosas hidráulicas y barandillas de hierro forjado del inmueble reformado por Gaspar Bennàzar en los felices años 20 y la fachada sueña con dejar de ser un lienzo de grafitis vandálicos para convertirse en la entrada a una galería de arte o un elegante comercio de diseño y decoración. La transversal calle Sant Felio, que da continuidad a la milla de oro del paseo del Born, cuenta con una oferta similar en casales tan destacados como ses Carasses y el histórico cine Rialto, por lo que la idea del dueño de La Protectora, el Grupo Cappuccino, atraerá a los paseantes y completará la ruta cerrando el círculo por Jaume III o ramificándose hacia la Costa de sa Creu y el Baluard.

Una columna del antiguo salón de baile.

Tras la reciente aprobación por parte de Urbanismo de Cort del cambio de uso de sociocultural privado a comercial, el estudio Pm8 Arquitectos se hará cargo de la rehabilitación de La Protectora con el objetivo de devolverle su esplendor. «El edificio está muy degradado, con muchos añadidos por los diferentes usos que ha ido teniendo en las últimas décadas (cine, oficinas, pistas de squash, peluquería, bar, restaurante...); y lo primero que haremos es lo que los arquitectos llamamos pelar el inmueble, es decir, quitar todo lo sobrante para sanearlo y dejar al descubierto los elementos de valor que se puedan rescatar y reutilizar», indican Luis Moranta y Vicente Alcover.

El salón de baile de La Protectora.

También serán derribadas las construcciones que se hicieron en la parte trasera con posterioridad a la reforma de Bennàzar, por lo que recuperarán el patio de luces para que haya más iluminación natural, una de las características de las obras del reconocido autor. «Es un reto ilusionante, pero para empezar a redactar el proyecto, primero necesitamos saber qué se esconde con tantos cambios y el abandono posterior», explican.

Barandilla de hierro forjado en una escalera tapiada.

Amplios locales

«La voluntad del promotor es que haya un máximo de tres locales grandes, no un centro comercial con muchos pequeños. Quiere que los espacios sean diáfanos y con dobles alturas, tal como era antiguamente», detalla Moranta, «en vez del laberinto en que se ha convertido», añade Alcover sobre «un espacio de casi 3.000 metros cuadrados con habitaciones que se comunican, falsos techos, las pistas de squash en el salón de baile y sin siquiera electricidad. Da incluso un poco de miedo», bromean los arquitectos.

Pavimento de baldosas hidráulicas, que relucirán de nuevo tras un pulido a fondo.

La Protectora está en la calle del mismo nombre, en el edificio que anteriormente albergaba el colegio jesuita de Sant Martí. La sociedad de socorros mutuos se fundó en 1869 y tuvo tanto éxito que durante las primeras décadas del siglo XX llegó a contabilizar 2.300 socios. Para disponer de una sede acorde a su expansión, la junta directiva encargó la reforma del inmueble a Gaspar Bennàzar. Su nieta Maribel tiene constancia de tres proyectos: «El primero era para aumentar el salón del café destinado a los socios, pero hubo discrepancias con Casa Roca, que tenía alquilado el salón de baile, y no se hizo. El segundo proyecto, de 1926, era muy potente, para acoger a unas 10.000 personas, ya que mi abuelo calculó el número de socios y sus familias. Ideó un edificio de tres alturas y terrazas, con una gran planta baja para los asociados. En las demás diseñó un salón de espectáculos con 638 butacas en la primera planta y 280 en cada una de las otras dos, que se unían con una escalinata y un ascensor, algo nada habitual en la época», como destaca la autora del libro Gaspar Bennazar Moner, s’Arquitecte de Palma. La reforma costaba 312.878,49 pesetas, muy cara para aquellos tiempos, por lo que dos años después se ejecutó un proyecto más modesto, el que ahora tratarán de recuperar en lo posible Moranta, Alcover y su equipo de arquitectos.

Varios vidrios de la claraboya de colores sobre la escalinata central del edificio.

Lo que más gustaba a Maribel Bennàzar era convertir la azotea en terrazas, como se describe en el más ambicioso: «Para que las familias, en las noches de verano, tuvieran un espacio y umbráculos para plantas, tertulias al aire libre, un jardín con macizos y macetas, servicio de café, repostería y restaurante, mesas de mimbre con un salón cubierto para alivio de los más numerosos y terrazas más elevadas para dominar mejor y contemplar la vista y ver el centro de animación, una orquesta con piano, estación radiotelefónica y otros elementos de distracción y de cultura, con iluminación especial y potente». Es lo que soñaba s’Arquitecte para La Protectora y tal vez alguna idea se plasmará en la futura rehabilitación.

La manija de hierro forjado de una puerta.

La manija de hierro forjado de una puerta.

Los responsables tienen muy claro que no llenarán la azotea de placas solares. Sin embargo, Cort obliga a la utilización de energías renovables, por lo que instalarán una opción mucho más estética, células fotovoltaicas cilíndricas, que ya utilizaron para la reforma del edificio de la Mutua, donde ahora está la FNAC. Además, el promotor, Juan Picornell, «tiene una especial sensibilidad con el patrimonio arquitectónico, busca inmuebles singulares y les da vida manteniendo sus características cuando lleva a cabo una actuación para un fin comercial o de otro tipo. Es su sello de calidad», resaltan. Por eso Luis Moranta le regaló un antiguo carnet de socio de La Protectora que encontró por internet, ya que es el primer socio de este nuevo proyecto.

De los bailes de máscaras al cine Jaime III y la renovación del DNI 

El edificio de la sociedad de socorros mutuos La Protectora ha albergado numerosos usos, ya que empezó como el colegio de Sant Martí. Al convertirse en entidad asistencial, ofrecía a sus socios médico, subsidios por enfermedad o viudedad y actividades lúdicas, entre las que destacaban el teatro, los conciertos y, en Carnaval, los bailes de máscaras. Durante el franquismo, La Protectora fue decayendo hasta que se disolvió en 1973. El inmueble fue ocupado después por oficinas de renovación del DNI, el cine Jaime III, pistas de squash, una peluquería, un bar y un restaurante.