Son Gotleu sigue teniendo una alta incidencia de casos de coronavirus con una tendencia al alza. Esos datos provocaron que el barrio estuviera confinado durante dos semanas en septiembre para revertir la situación. Al cabo de diez días, la conselleria de Salud anunciaba que los contagios habían descendido y que se podían relajar las restricciones. Semanas después de que se levantara ese confinamiento, quienes viven o trabajan en el barrio no aprecian grandes cambios a sus problemas de siempre. Hay rincones que acumulan suciedad, hay desperfectos en la vía pública que no se han arreglado y no todo el mundo lleva la mascarilla como toca.

La plaza Fra Joan Alcina sí está más limpia que antes del confinamiento. Ya no hay grandes acumulaciones de hojas secas entre la acera y los coches aparcados, pero los adoquines levantados por las raíces de los árboles continúan allí, sin reparar, y junto a los contenedores sigue habiendo bolsas de basura que algunos vecinos deciden dejar sobre la calzada. También sigue habiendo botellas de cerveza y latas vacías abandonadas en cualquier esquina, restos de comida por el suelo, pintadas en las paredes...

Al decretarse el confinamiento en septiembre, Emaya organizó una limpieza diaria de lunes a sábado, manual y con máquinas barredoras. También se dispuso un refuerzo por las tardes, además de la limpieza de los puntos de contenedores y lavados con agua a presión y desinfectantes cada noche de lunes a viernes. Según la empresa, a día de hoy, se mantienen esos refuerzos de limpieza.

«Puede que esté un poco mejor, pero no hay mucha diferencia», comenta sobre el estado del barrio el farmacéutico Vicenç Alemany, con su negocio en la plaza Fra Joan Alcina. Califica de «barrio complicado» Son Gotleu, donde durante el confinamiento no apreció grandes cambios ni ningún dispositivo de coordinación policial, pese a que así se había anunciado. «Lo que sí vi aquí cerca fueron las terrazas llenas cada día, a tope...», apunta.

Lo mismo vio Martí Coll, del Bar Central, aunque no en su local, en el que dice que tiene la mitad de clientela. Asegura que hay otros bares y tiendas que permanecen abiertos hasta tarde, sin cumplir con las normas sanitarias.

Tampoco el solar que tiene enfrente las cumple, es un foco de suciedad. Son las antiguas pistas de petanca que por decisión del Ayuntamiento se tuvieron que cerrar, después de 30 años, al carecer de licencia de actividad. Hoy son un basurero, una zona abandonada en la que entran toxicómanos para drogarse, según cuenta Coll. «Lo han querido así y así está», lamenta. Hasta 2017, estas pistas funcionaban, estaban cuidadas y eran un lugar de encuentro para jugadores de petanca y vecinos. Sin embargo, una queja particular motivó una revisión por parte del departamento de Urbanismo y se comprobó que carecía de permiso para tener seis pistas y dar servicio de bar. La falta de acuerdo llevó al abandono total. Ni siquiera la verja se mantiene en pie y la puerta ha sido forzada.

La falta de mantenimiento también es otra queja recurrente. Una vecina de la plaza Cosme Adrover asegura que los árboles no se han podado en décadas y que han alcanzado unas dimensiones desproporcionadas.

El confinamiento debía servir para inculcar el hábito de llevar la mascarilla. «En general, si vas por la calle, aquí, o la llevan mal puesta o no la llevan directamente, en un porcentaje más elevado que en otros sitios», comenta Vicenç Alemany.