Montesión deja su sede histórica tras 460 años ininterrumpidos de proyecto educativo en Palma. Una noticia que ha causado un gran impacto en la sociedad mallorquina y sobre todo en quienes se formaron en sus aulas.

«Para mí es el último fragmento de una historia acabada», considera el escritor José Carlos Llop. «El fin de un proceso de décadas que va más allá de la clausura de la sede histórica del colegio. Y tiene que ver con el retroceso de los jesuitas en Europa y con una cultura sustentada en el cristianismo y el mercado que ha perdido ya definitivamente el primero de sus dos pilares», argumenta.

El sentimiento de pertenencia a la comunidad de Montesión es un rasgo distintivo que identifica de forma muy marcada a sus antiguos alumnos. Norberto Alcover lo resume en una frase: «Los jesuitas nos enseñaron a tomarnos la vida en serio». Y Josep Francesc Conrado de Villalonga, presidente del Cercle Financer de Balears y exdelegado de La Caixa en Catalunya y Balears, lo sintetiza en la «cultura del esfuerzo, la excelencia y la disciplina».

«Ese sentimiento es cierto y reconocible -comenta Llop-, pero con más frecuencia se recurre a él desde fuera que desde dentro. Es decir, la mirada crítica es exterior», explica el autor de El informe Stein, novela que es a la vez la memoria literaria del colegio de Montesión.

«Nunca fue una lectura recomendada por los profesores ni que formara parte de los planes lectivos del colegio», recuerda Josep Maria Nadal Suau, periodista, crítico literario y antiguo alumno. «Pero supuso un gran impacto entre los alumnos. Yo también empecé a leer a Llop por esa obra, pero el Montesión de mis años de estudiante, el de los noventa, tenía rasgos muy distintos: el claustro era laico y diverso, muy postconciliar, con una educación seria y rigurosa, pero a la vez poco incentivadora de la creatividad», considera.

El crítico literario, que guarda un gran recuerdo de profesores como Jaume Llabrés o Marita Pocoví, cree que el próximo cierre de la sede histórica del colegio «supondrá un desplazamiento de una parte muy importante de la ciudad». Una idea que también lamenta el historiador Bartomeu Bestard, cronista de la ciudad de Palma, hijo de antiguo alumno y padre de dos hijos que han estudiado en Montesión. «Es el colegio más antiguo y de mayor tradición . Y si también abandona la ciudad, en qué va a convertirse el centro histórico», se pregunta. «¿En un fósil?, ¿En un parque temático para turistas?, ¿En un souvenir?».

«Me parece una auténtica barbaridad» expresa muy crítico el sociólogo Antoni Tarabini. «En este plan veo una operación inmobiliaria y especulativa con el colegio más antiguo de los jesuitas», señala. Y recuerda que el centro educativo «ya perdió en su día su segundo claustro».

«Desde luego es muy distinto estudiar entre muros de antiguas piedras que en un descampado», enfatiza José Carlos Llop. El abogado Fausto Oviedo habla de la «memoria de las piedras». «Lo que como alumno te transmitía el antiguo colegio no se puede trasladar a otro lugar, era respeto por todas las generaciones que habían estudiado allí, por los profesores que habían enseñado, una meta para la que nos venían preparando en etapas anteriores y la llegada a un estadio superior de exigencia que nos iba a formar para la competitividad de la vida real», resume el experto en energías renovables, hijo del exentrenador del Mallorca Antonio Oviedo.

«Era una noticia que esperaba», comenta por su parte el diplomático Josep Pons. «Todo va evolucionando, aunque es una lástima que la propuesta que va a quedarse en sus antiguos muros, una residencia de ancianos y un museo de la Compañía de Jesús en Mallorca, no parezca demasiado dinamizadora para la zona», manifiesta. «Desaparece un lugar de mi infancia y juventud donde fui feliz y donde entablé amistades que lo han sido durante toda la vida».

«El cierre del colegio histórico es una pena, una muestra más de los tiempos que vivimos», considera Conrado de Villalonga, que recuerda a alumnos insignes como Luis Ladaria, hoy jesuita, cardenal y Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe y a profesores como los padres Sabater, Anglada y Serra.

«Íbamos a Barcelona a la prueba preuniversitaria, la actual selectividad. Aprobaban una media del 60% de los alumnos. Y de Montesión todos superábamos el examen, lo que era insólito y describe muy bien cuál era el nivel de exigencia del centro», describe Conrado de Villalonga.

Nelda Ajo fue la primera mujer en el claustro, una de las profesoras más queridas y recordadas por generaciones de alumnos que todavía la paran por la calle para recordarle anécdotas de sus 35 años en el colegio. «Formé parte de un claustro de profesores que trabajaba bien y tenía unas directrices muy claras, tradicionales pero respetuosas con la libertad personal, gente como Alberto Saoner, Xam, Jaume Llabrés, Sofía Oliver, Toni Coll, con quienes te sentías bien y comprometido», recuerda. «En 35 años solo falté un día, pero Llabrés no faltó ni uno. La vocación docente era elevada, por eso decidí quedarme, cuando creía en la educación pública de la que siempre fui defensora. Por ese nivel de compromiso, que como docente te daba una sensación de seriedad y continuidad elevadas».

Norberto Alcover, antiguo alumno, jesuita y exsuperior de la Compañía de Jesús en Mallorca, tiene un mensaje para todos los que lamentan el cierre del colegio y su traslado a Son Moix. «Emocionalmente a mí también me descolocó al principio. Pero ahora estoy tranquilo. Es un paso importante en favor de la Compañía de Jesús y de la sociedad de Mallorca, pensado para este momento histórico y que va a potenciar el colegio de Montesión, cuya sede antigua va a seguir muy presente en la vida colegial de todos los alumnos, además de convertirse en un museo sobre los jesuitas en Mallorca y en una residencia para personas mayores», asegura.