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Encontrarán policías en los libros

En algunos libros infantiles están dibujados los personajes de los oficios más habituales: cartero, chófer de autobús, barrendero, albañil, tendero...

Encontrarán policías en los libros

En algunos libros infantiles están dibujados los personajes de los oficios más habituales: cartero, chófer de autobús, barrendero, albañil, tendero.... Y es fácil, cuando sales a la calle con las criaturas, pasar de la teoría a la práctica y reconocerlos. Tanto en los libros como en la realidad, ahora, también encuentras a mujeres profesionales en todos los ámbitos: taxista, transportista, carnicera, música... Pero en Palma prácticamente nunca encuentras a un policía, ni mujer ni hombre. Para ver a uniformados con silbato tienes que plantarte en la puerta de los colegios, cuando los abran, o bien irte a algún pueblo, ahí sí que siempre ves a varios, vayas a la población que vayas.

Quizás nunca descubramos el intríngulis de los policías desaparecidos, escondidos o inexistentes en nuestra ciudad. Dejando aparte el lapso de tiempo que duró el confinamiento, época en la que casi milagrosamente salieron a controlar los movimientos de la gente, llevamos muchos años, con la máxima resignación, sin ver a un solo agente. Si alguna vez lo vieran, les aseguro que se darán cuenta ipso facto y quizás les pasará como a mí, que eché mano al móvil para fotografiarlo como si fuera un exotismo. Me retuve a tiempo porque pensé que quizás era ilegal hacerlo. Me conformé con mirarlos embelesada. Eran dos.

De las muchas competencias, que tiene la Policía Local, hay una que considero vital para nuestro bienestar, y no me refiero al tránsito y al orden público, que también, sino más bien a conseguir que se recupere el comportamiento cívico en nuestra ciudad. Si se quiere, se puede. Pero desde el Ayuntamiento no se lo toman en serio. Y ahí radica una parte importante de nuestra mala calidad de vida. A la gente decente, la mayoría, les amarga la existencia tener que soportar la suciedad en los contenedores, las aceras llenas de chorreones de aceite o de porquería, las meadas de los perros o de los humanos en sus fachadas y, por supuesto, ya están hasta las narices de las malditas pintadas vandálicas que inundan nuestras paredes y convierten el paisaje en algo hostil y desagradable.

Hoy en día tener un banco para sentarse, descansar y tomar el aire cerca de tu ventana es un martirio, porque quienes pervierten su uso son los malcriados que se los apropian hasta altas horas de la madrugada, los pisotean y los maltratan igual que pisotean y maltratan el descanso de las personas. Quienes vierten suciedad, sprays o ruido, se ríen de la gente de bien. Siembran el odio y el rencor o como mínimo la desesperanza. Y por incomprensible que resulte, no se ve un policía en la calle para evitarlo.

Y quienes llevamos años dando ideas para mejorar la ciudad ya ni nos atrevemos a proponer liberar de coches el espacio público porque o viene a ocupar ese lugar una generalmente ruidosa terraza de bar o unos desaprensivos armando jolgorio. Mientras, los agentes del orden parecen no existir. Algo falla y mucho.

Si no se desplazan ustedes a algún pueblo para que sus hijos vean a un policía, siempre pueden hacer como hacen con las jirafas y los elefantes, buscar alguna foto, ilustración o película para explicarles cómo son. Menos mal que ahí sí están.

Recuerdo muy bien la alegría que me dio leer declaraciones de la regidora Adrover el mes de julio del 2019 en las que afirmaba en el DM: "Tengo un mandato político muy claro: promover la policía de barrio, hacer cumplir las ordenanzas y frenar el incivismo". ¡Qué bien!, pensé. Esto va en serio y veremos cambios a mejor. Ya casi llegué al éxtasis cuando dijo en La Ser con todas las letras lo siguiente: "Basta de pedagogía, ha llegado el momento de imponer sanciones", y lo dijo así de clarito: "Creemos que el ciudadano tiene la información suficiente de cómo tiene que pasear al perro o a qué hora tiene que tirar la basura, así que basta de pedagogía, ha llegado el momento de imponer sanciones ". Pero se ve que del dicho al hecho hay mucho trecho y nuestra ciudad continúa igual o peor.

Un año y dos meses más tarde, los policías siguen sin aparecer y el desprecio hacia el espacio público por parte de bastante gente campa a sus anchas.

En mi peluquería, antes de las últimas elecciones, una señora me explicó que votaría por el "orden" porque ya no aguantaba más suciedad e incivismo. Utilizó esas mismas palabras. Adivinen qué papeleta eligió. No, no fue ni la de la número dos de Cort ni la de sus socios. Conviene que tomen nota quienes gobiernan y que la lucha contra el maltrato al espacio público y también sobre las fachadas privadas que forman parte de nuestro paisaje común, sea de verdad su prioridad. Que cumplan lo que dijeron porque si no, parecerá que les encanta llegar tarde.

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