El céntrico eje comercial que abarca desde la Catedral hasta la plaza de España, pasando por la peatonal Sant Miquel, vive casi para el turismo, como demuestra que algo más de la mitad de las tiendas de esta zona continuaron cerradas cuando los negocios ya podían abrir pero aún no había turistas por el cierre de fronteras a causa de la pandemia. Ocurrió del 8 al 21 de junio, en la fase 3 de la desescalada, el periodo que ha analizado el colectivo Palma XXI en el Estudio sobre la actividad económica y social en el centro histórico de Ciutat en tiempos de Covid-19. Es curioso que el 100% de las heladerías permanecieron cerradas, como si los palmesanos no tomasen helados.

En estas semanas, "se produjo una reapropiación del espacio público" por parte de los vecinos, según constató la antropóloga ambiental Maria Cifre durante el trabajo de campo. Por tal motivo, "los comercios que sobrevivieron [en la fase 3] fueron los que tienen una clientela local", en palabras del coordinador del documento y secretario de la entidad, Jaume Garau. La principal conclusión que extrae de los datos es que "la actividad económica tiene una fuerte dependencia del turismo, lo que dificulta la reactivación, como se veía con tantas tiendas cerradas", ejemplificó.

Durante la presentación ayer del estudio, Garau destacó que "la diversificación económica no es un capricho" y "ahora tenemos una oportunidad única". Advirtió de que, si las administraciones no hacen nada, "la dinámica volverá a llevarnos al turismo y el negocio inmobiliario, pero en la próxima crisis la caída será más intensa". Y puso de relieve una llamativa cifra de la anterior debacle: "50.000 propiedades de Mallorca fueron a parar a manos extranjeras. Ahora ocurrirá lo mismo, aunque con más riesgos y posiblemente con crisis más a menudo, debido a que estamos más turistificados", tal como recordó el portavoz de Palma XXI.

Para evitar repetir los errores, reclama devolver el casco antiguo a los residentes con políticas de abaratamiento de los alquileres; oferta de servicios públicos, como guarderías y centros de atención a las personas mayores; y un plan estratégico de impulso cultural, "pero no para turistas, sino para nosotros". Se remontó a la activa oferta cultural que había en los años 80 en Ciutat y puso Málaga como referente actual, que en este ámbito "era poco significativa hace dos décadas". Respecto a los elevados precios de la vivienda, dejó claro que "sin hacer nada, no pasará nada", y lo comparó con el llamado alquiler ético impulsado en Menorca. Se podría plantear algo así en el centro histórico de Palma, donde "hay gran cantidad de pisos cerrados de extranjeros que casi no viven aquí, además de mallorquines", dijo sobre la idea de ofrecerles incentivos.

Recuperar para sus habitantes esta parte de la ciudad y no dejar "un parque temático" a las futuras generaciones se consigue con un cambio de modelo productivo, aseguró Garau. Ayer avanzó que diversos colectivos de la sociedad civil isleña que han reclamado lo mismo durante los dos últimos meses se reunirán el día 30 para poner en común sus propuestas, que abarcan ámbitos como el I+D, la transición energética, la cultura, el patrimonio, etc. "No podemos seguir con el modelo turístico actual, ha demostrado que es muy vulnerable", aunque "si no nos ilusionamos en la recuperación de la Covid, va a ser muy triste. Hay que transformar estas experiencias vividas para hacer una sociedad mejor", concluyó.