Me gusta caminar, tanto que a veces pierdo la noción del tiempo y acabo en el Pont d’Inca cuando debería haber parado en la plaza Güell.

Me gusta caminar, pero no tanto.

Así que al volver hice una pausa bajo la vía de cintura, y la luz de las farolas y la de la luna le daban un aire de escena de película de ciencia ficción que me encantó.