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Desigualdad

Son Gotleu, el confinamiento más duro

El catedrático de Geografía de la UIB Jesús M. González advierte de que este barrio volverá a ser el más golpeado por el descalabro económico

Son Gotleu es el barrio más pobre de Palma y según el INE está entre el 1% de los barrios más pobres de España . b.ramon

Pisos sin ventanas. Casas sin cocina. Infraviviendas sin baño. Apartamentos pequeños donde viven hasta tres familias. Viviendas donde cada mes entran menos de 600 euros. Si ya se hace difícil vivir así en condiciones normales, cuesta imaginarse cómo han sobrellevado sus habitantes más de dos meses de confinamiento obligatorio y paralización de la actividad económica.

Y sin embargo varias familias así lo han hecho. No han tenido otro remedio. Ha pasado en Palma. En Son Gotleu, el barrio señalado en rojo en la cartografía municipal de la pobreza realizada por un grupo de investigadores de la Universitat liderado por el catedrático de Geografía Jesús Manuel González.

Estos miembros del Grupo de Sostenibilidad y Territorio (GIST) están centrados en analizar la desigualdad en la ciudad y pusieron en marcha durante el Estado de Alarma un proyecto para hacer una geografía urbana del confinamiento, partiendo de la premisa de que el virus no afecta por igual a todos, ya que influye la clase social, el nivel económico...

La mortalidad y la enfermedad sí entiende de clases, como también discrimina el confinamiento. González, presidente la sección de Geografía Urbana de la Asociación Española de Geografía, razona que no lo vivieron igual los que tuvieron que seguir trabajando que los que pudieron quedarse en casa. Y quedarse en casa tampoco ha sido igual para todos, el componente espacial también ha marcado una gran diferencia: "Los que más lo han sufrido han sido los que menos ganan, los socialmente vulnerables y los que tienen peores viviendas".

Esta era la hipótesis de partida de la investigación. Puede resultar obvia, pero los resultados de este trabajo ponen los datos sobre la mesa y reflejan unas condiciones de vida (vida confinada además) de una dureza estremecedora. Condiciones que tienen lugar aquí, en la comunidad autónoma conocida en la era precovid como la supuesta tierra de la abundancia gracias a un maná turístico que pensábamos eterno.

Cartografía de la pobreza

Ante la imposibilidad de obtener datos de impacto de la pandemia por barrios o unidades censales (al menos de momento), el grupo empezó por identificar las zonas más pobres de Palma según una serie de indicadores. Sin sorpresas, el sector este quedó subrayado: Pere Garau, Nou Llevant, la Soledat, Can Capes y Son Gotleu (además de Son Ximelis). Y de este listado, Son Gotleu arrojó los indicadores más pobres en cinco secciones censales.

Así que se acotó a esta barriada la investigación, que se realizó durante el confinamiento con entrevistas a un centenar de familias para saber en qué condiciones lo estaban pasando y cómo les estaba afectando.

Plataforma Son Gotleu

Les ayudaron a pasar el cuestionario (por internet,WhatsApp y si era necesario por teléfono) la Plataforma Son Gotleu. La mitad de encuestados eran españoles y la otra mitad, extranjeros.

Según este trabajo, que tiene un nivel de confianza del 95% y está ahora pendiente de revisión para ser publicado en una revista científica, el nivel medio de renta de las familias de este barrio se sitúa entre los 1.000 y los 2.000 euros al mes.

Así lo indicaron un 40% de los núcleos entrevistados, aunque un 27% dijo ingresar menos de 600 euros al mes. Cinco familias de entre 6 y 9 miembros cada una dijeron que sobrevivían con ingresos entre los 300 y los 600 euros mensuales.

Siete de cada diez familias tenían al menos un miembro en paro o en ERTE durante el confinamiento. Cuatro tenían a todos sus miembros sin trabajo en el momento de la entrevista.

Las casas que más predominan son las viviendas de entre 65 y 70 metros cuadrados y la ocupación media es de entre 4 y 5 personas. "En 12 casas encontramos dos familias conviviendo y en seis hogares había tres familias".

¿De cuánta gente hablamos? En dos viviendas contabilizaron entre 12 y 15 personas; en una vivían entre 11 y 13 personas y en otra el entrevistado aseguró que vivían entre 18 y 23 personas, una cifra tan alta que González señala que podría deberse a un error de comunicación, aunque también podría ser un ejemplo claro de piso patera (donde normalmente sus moradores duermen por turnos al estar trabajando, pero que durante el confinamiento se han encontrado todos a la vez bajo el mismo techo).

Dentro del mismo barrio hay diferencias por zonas. Las viviendas más densamente ocupadas se concentran en la calle Tomàs Rullan y en los bloques de Ses Coromines, que tienen los peores indicadores.

Dos casas no tenían cocina. Y en tres dijeron no tener baño. Un caso especialmente chocante: el de una familia con entre 6 y 9 miembros que viven en un espacio de menos de 60 metros cuadrados sin baño.

Un 5% dijo estar okupando, una práctica que sin embargo se ha complicado por la fuerte presencia de los fondos buitres en el barrio, fondos que no están dispuestos a negociar con los okupas un posible acuerdo de alquiler (como antes sí hacían los bancos).

Más de un tercio de las viviendas solo tienen ventanas que dan a un patio de luces. Un 8% no tienen ninguna ventana. Los problemas que más reportan los habitantes de este barrio son la falta de ascensor, el ruido y las humedades. Nadie dispone de zonas verdes o patios para estirar las piernas y muy pocos tienen terraza. Aun así, un 60% dice "aceptar" sus condiciones de vida.

Si uno de los convivientes hubiese mostrado síntomas de Covid-19, ¿hubieran tenido opción de aislamiento? Un 58% dijo no tener una habitación exclusiva para ello.

En estas condiciones, no es de extrañar que más de la mitad tenga "muchísimas ganas" de cambiar de vivienda cuando acabe la crisis. Este deseo se dio especialmente entre los habitantes de Ses Coromines y de la calle Indalecio Prieto.

La reclusión obligada en estas condiciones ha tenido un impacto en el bienestar mental y emocional de los vecinos del barrio. Una cuarta parte ha sentido angustia por vivir en un piso demasiado pequeño; un 11% ha sufrido claustrofobia por la falta de luz; un 32% ha padecido la tensión de no poder pagar por su casa; un 20% ha tenido insomnio y un 15%, ha mostrado síntomas de depresión por los problemas de dinero y vivienda.

No, la crisis de la Covid-19 no ha sido ni es igual para todos. Y la crisis económica derivada de la sanitaria tampoco lo será. Y Son Gotleu volverá ser el eslabón más débil de la ciudad.

La recuperación económica de la crisis de 2008 ya no fue igual para todos. Los vecinos del barrio fueron "los que quedaron más expuestos al riesgo económico, a la vulnerabilidad, a la pobreza urbana...", recuerda el experto.

"Son Gotleu es fruto del desarrollo turístico de los años 60, del primer boom, cuando llegó la población rural peninsular", narra González, "en cuanto las familias prosperaron un poco se fueron, y las sustituyó mucha población extranjera durante el boom inmobiliario de finales de los 90".

"Ahora en Son Gotleu sucederá lo mismo que con la crisis de 2008, que afectará especialmente a los residentes españoles e inmigrantes, especialmente norteafricanos, que viven allí", augura el catedrático de la Universitat: "Vuelven a ser los más expuestos ante la crisis".

Atlas de la pandemia

El Instituto de Geografía Nacional (IGN) y la Asociación Española de Geografía (AGE) han puesto en marcha un ambicioso atlas de la pandemia de la Covid-19 pandemia de la Covid-19 que quiere analizar todos los efectos en el territorio de la crisis sanitaria: del tráfico aéreo o marítimo registrado a los niveles de contaminación o el comportamiento de la naturaleza en la ciudad durante el confinamiento. Y en este macroproyecto, del que se espera que ya este mes se puedan ofrecer resultados, el catedrático de Geografía de la UIB Jesús Manuel González se encargará de coordinar el trabajo referente al impacto de la pandemia en las áreas urbanas. Miembros de AGE han publicado varios artículos sobre la pandemia, como Iván Murray y Macià Blàzquez, también profesores de la UIB, sobre el turismo y el decrecimiento en esta crisis.

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