Un niño caminaba con su coche de juguete en la mano por la calle Santa Fe y se topó casualmente con el sacerdote Josep Jaume en plena celebración del día de Sant Cristòfol. El párroco le lanzó agua bendita con el hisopo y el joven extranjero se llevó la anécdota de la jornada durante su paseo ayer por el barrio de la Calatrava. El santo de los conductores también es el patrón de este enclave del casco antiguo y a él se acercaron cientos de feligreses moviendo el volante o el manillar, en función del vehículo, aunque también acudió una señora en su silla de ruedas.

La tradición de las Beneïdes de Sant Cristòfol comenzó este año en Palma con la bendición de las bicicletas de los policías locales que recorren el centro histórico. Los vehículos más numerosos fueron de nuevo los coches, pero hubo además diversos camiones de reparto de mercancías y, por supuesto, muchos taxistas que continúan cumpliendo con el rito en honor a su protector, a quien este verano le habrán rogado que vengan más turistas. No se paró ningún patinete a recibir el agua bendita del padre Jaume, ataviado con la mascarilla de rigor en los tiempos del coronavirus.

El párroco de Santa Creu tomó el relevo a Antoni Dols, a cargo de la parroquia de Santa Eulàlia, a la que pertenece la pequeña iglesia de Santa Fe. Está recién operado de la rodilla, por lo que ayer contó con la ayuda de Josep Jaume y, por la tarde, del padre Julio. Para el primero, fue "una experiencia gratificante". Y didáctica, ya que tuvo que explicar a más de uno qué es esta celebración.