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El Passeig Marítim quiere honrar a su nombre

La avenida fue concebida inicialmente para enlazar el tráfico del Dique del Oeste con el centro

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El Passeig Marítim quiere honrar a su nombre

El Passeig Marítim afronta los primeros pasos para justificar su nombre. O, lo que es lo mismo, emprende las obras para dejar de ser la tercera vía con más tráfico de coches de Palma. La historia de esta carretera del frente marítimo de la ciudad es breve. Apenas sesenta años. Pero está trufada de cambios profundos.

En realidad se llama Avinguda Gabriel Roca (1896-1986), en honor al ingeniero que proyectó el enlace entre la Avenida Argentina y Portopí. Sin embargo, como tantas veces, la denominación popular se ha impuesto a la oficial. Se proyectó porque la construcción del Dic de l'Oest como el gran puerto comercial de Palma necesitaba una comunicación eficaz con la ciudad. Condición que incumplía la ruta que discurre por lo que hoy son las calles Joan Miró, Marqués de la Sènia i Sant Matgí

Antes del 'paseo'

Jaume I contempló en 1229 Palma desde Portopi y dictó sentencia: "E vim Mallorques, e sembla'ns la plus bella vila que anc haguéssem vista". Lo que no pudo ver fue una ruta que uniera la rada, también utilizada como puerto, con las murallas de la ciudad. Hubo que esperar hasta 1961 (732 años) para que la conexión de unos cuatro kilómetros entre el puerto ubicado en el Moll de la Riba y el de Portopí se hiciera realidad.

Entre ambas fechas la imagen de la costa de Poniente destacaba sobre todo por sus acantilados. Desde poco después de la conquista existieron un hospital, el de Santa Catalina, y un lazareto, en el que pasaban cuarentena los recién llegados a la isla. Y muchos molinos.

Con el paso de los siglos se abrió una cantera junto a la rada de Can Barbarà. El hueco dejado por la extracción de caliza acogió hasta 1968 lo que hoy son los Astilleros de Mallorca. El Terreno fue una finca propiedad del Cardenal Despuig, que a mediados del siglo XIX comenzó a parcelarse. Se convirtió de esta forma en un lugar en el que los palmesanos pudientes construyeron sus segundas residencias en las que pasaban el verano. Aunque lo cierto es que en 1777 ya se había autorizado al dibujante Cristóbal Villella a edificar una casa.

Con el veraneo llegaron los baños de mar y en s'Aigo Dolça -que debe el nombre a una fuente que fluía en la bahía- se instalaron unos de uso público, que después dieron paso a la primera piscina de competición. También llegaron los hoteles pioneros. El Reina Victoria, muy distinto al que conocemos hoy, que se publicitaba como sucursal del Gran Hotel. Y también el Mediterráneo, un edificio de 1910 proyectado por el arquitecto Francisco Salas Simó.

Y en 1932 se construyó el primer edificio plurifamiliar de esta parte del litoral. Los palmesanos la llamaban la Casa dels Set Pisos, estaba sobre en mar y pegada al acantilado y aún puede verse en la plazoleta pegada al Auditorium. Se accedía a las viviendas desde la cuarta planta.

Los edificios tenían sus entradas por las actuales calles Marqués de la Sènia o Joan Miró. La alternativa era el mar. Hasta que llegó el Passeig Marítim.

Dos obras simultáneas

Tras la Guerra Civil se emprendieron importantes obras públicas para paliar la falta de trabajo. En Palma se proyectó el dic del'Oest porque el Moll de la Riba resultaba insuficiente para acoger el tráfico marítimo. Las miles de toneladas necesarias para rellenar el mar se extraían de na Burgesa i transportaban con un ferrocarril que transcurría por un puente, hoy desaparecido, situado en el arranque de la autopista de Andratx.

Si las mercancías y los viajeros llegaban a la isla a través de un puerto situado a cuatro kilómetros de la ciudad, resultaba evidente que se necesitaba un enlace rápido y seguro con el centro. Así nació el Passeig Marítim.

El diseño se encargó al ingeniero palmesano Gabriel Roca Garcías, que ocupó el cargo de director de la Junta de Obras del Puerto entre los años 1940 y 1962. También ocupó cargos en Ceuta, Melilla, Tetuán y Barcelona.

En una primera fase del Marítim se construyó lo que hoy serían los carriles con dirección Andratx. Incluso se respetó la actividad de los astilleros con un puente giratorio, que se activaba cada vez que una embarcación debía entrar en los diques o abandonarlos.

La nueva infraestructura se inauguró oficialmente el 24 de julio de 1961, después de dos décadas de trabajos. Casi simultáneamente comenzó la ampliación con los carriles por los que discurre el tráfico hacia el centro de la ciudad. Esta parte del proyecto se culminó a principios de los años 70.

La vía supuso un cambio radical en la fisonomía del puerto de Palma, incluso puede decirse que la revolución afectó a toda la ciudad. Pronto se hizo evidente que se trataba de algo más que una carretera. El estallido urbanístico que provocó tuvo consecuencias en el urbanismo, el turismo, el ocio y la náutica.

El Meliá Palace fue el primer hotel de lujo postpaseo. Después lo acompañaron otros. Y una poderosa oferta de ocio. Y el Auditorium, buque insignia de la Cultura mallorquina. Y al Club Náutico, heredero del histórico Regatas, se le sumó el Club de Mar. Y después los barcos ocuparon todo el litoral y extendieron sus tentáculos mar adentro. Y ahí conviven desde un humilde llaüt junto a la desembocadura de sa Riera hasta el lujoso yate Nabila en el Club de Mar.

La prosperidad también trajo discotecas, restaurantes y bares de copas. Todos conviven con un tráfico endiablado. La explotación de la costa, con miles de cascos de embarcaciones balanceándose sobre el agua, comprime al paseante entre el humo de los escapes y los pedazos de mar que aún se le permite contemplar.

Un futuro multianunciado

El Ayuntamiento de Palma y la Autoritat Portuària tienen un plan para que el Passeig Marítim haga honor a su nombre popular. Por lo menos a la primera parte, la del paseo. Más difícil será liberar en frente marítimo. Ambas instituciones pretenden ejecutar "una iniciativa de alto valor estratégico para poner en valor las enormes y variadas posibilidades de todo el frente marítimo de la ciudad".

En otras palabras: menos carriles y menos tráfico y más espacio para el paseante.

Parece que esta será la vencida. Pero no es la primera vez que se anuncia el nuevo paraíso. Cuando en 1990 se completó la vía de cintura, el entonces alcalde de Palma, Ramon Aguiló, y el presidente de la Autoritat Portuària, Príam Villalonga, soñaron con eliminar la mayoría de los carriles dedicados al tráfico. Solo los vehículos que tenían que abastecer los negocios de la zona y los de los residentes circularían por el paseo. El resto del tráfico sería absorbido por la circunvalación.

El segundo plan para divorciar al coche del paseo Marítimo fue pura ciencia ficción. Catalina Cirer, candidata del PP a la alcaldía de Palma en 2003 propuso soterrarlo. La primera fase debía cubrir entre el Portitxol y la Avenida Argentina, pero a largo plazo se pretendía llegar hasta Portopí. Por supuesto era un mero artificio electoral. La obra era complejísima y más costosa aún. Cirer fue alcaldesa y, evidentemente, no dio un solo paso para cumplir su promesa electoral.

El plan en curso constata que "es posible una reducción moderada del espacio viario" para caminar hacia "una transformación radical ampliando zonas de paseo tanto junto a los edificios como junto al mar, ampliando y mejorando el carril bici, incrementando el verde y el arbolado, creando dos grandes espacios públicos de gran calidad delante del Auditorium y la plaza de Santo Domingo de la Calzada".

Se trata de devolver su sentido a la palabra paseo: "Sitio público por el que se va andando por distracción o ejercicio". Habrá que verlo para creerlo.

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