"Las sombrillas son para ir a la playa, aquí no sirven para nada, porque no protegen del viento ni de la lluvia. Los días que haya mal tiempo, se acabaron los clientes en las terrazas", afirma resignado el dueño de la cafetería Clàssic mientras desmonta su carpa en la calle Blanquerna.

Antonio López del Amo recuerda que hace siete años ya tenían parasoles en lugar de la protección prohibida desde hoy por el Ayuntamiento y "eran un desastre, porque los días de viento se levantaba la lona y si la base no estaba anclada al suelo, se caía la estructura. ¿De quién será la culpa si golpea a alguien?", pregunta el restaurador.

Ocurrió el ventoso lunesventoso lunes en la cafetería El Zaguán, en la plaza Santa Pagesa. "Quitamos la carpa la madrugada del fin de semana y pusimos las sombrillas, pero el primer día el viento volcó dos y una de ellas cayó encima de una mujer y golpeó a otra", explican los camareros. Como ellos, todo el sector de la restauración critica la decisión municipal de impedir en las terrazas los toldos de más de un pie no anclados a la fachada, que hoy entra en vigor. Tampoco están de acuerdo con el punto de la normativa que obliga a guardar los elementos externos, como las sombrillas, en el interior del local cuando cierra. "Pesan muchísimo y nos vamos a dejar la espalda", se queja Dayna, de la cafetería Santa Gloria en Porta Pintada.

Los locales vecinos, Plaza de Almas y Eloísa, tienen previsto contratar "personal extra por la mañana para sacar las sombrillas y por la noche para meterlas, ya que se tarda más de una hora en hacer todo el trabajo (tienen una decena y un centenar de sillas y mesas) y los camareros ya cubren las 40 horas semanales", detalla la encargada. La norma le parece una tontería, porque "¿a quién molesta que estén en la calle por la noche?"; y critica además que la eliminación de las carpas -que "protegen más"- hará descender la clientela de "todos los negocios que viven de las terrazas".

La mayoría han ido retirando estos últimos días los protectores prohibidos, aunque ayer todavía quedaban algunos rezagados, como los de la avenida Antoni Maura, cuyas estructuras deben ser desancladas del suelo.

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