"Por incompetencia política me veo obligado a cerrar este punto de encuentro del barrio. Gracias por 18 años de risas y de buenos momentos. Walter". Un cartel con estas palabras informaba a los clientes de la inminente clausura de la Cantina Flassaders. Walter Figueroa lo colgó el viernes y ese mismo día tuvo que quitarlo por orden del centro municipal en el que se encuentra el popular bar del barrio de sa Gerreria. Quien lo ha gestionado "con gran humor, eficacia y generosidad", dice uno de los vecinos, pide una última oportunidad para "proseguir seis meses más, hasta que redacten los pliegos del nuevo concurso, con el fin de que el local no quede cerrado", argumenta.

La incompetencia política de la que habla hace referencia a que "tendrían que haber preparado los pliegos hace más de medio año con el objetivo de adjudicar la concesión a tiempo y que no haya que parar el funcionamiento del bar", explica. Su reproche va dirigido ahora a los gobernantes del Pacto, aunque "la historia se repite, porque con el PP también ocurrió lo mismo. Se olvidaron de redactar los pliegos y el local tuvo que permanecer cerrado cuatro o cinco meses", recuerda Walter, que fue quien ganó la concesión tras trabajar antes para la empresa que lo gestionaba.

Lamenta la inoperancia no solo por las consecuencias que tiene para él -"me jubilaré y ya está"-, sino por los tres trabajadores que se irán al paro hasta que haya una nueva concesión y por los clientes que "buscan un lugar en el centro con comidas a 8,5 euros". La plaza Raimundo Clar se ha llenado de bares y restaurantes con precios mucho más elevados y la Cantina Flassaders mantiene la esencia de los bares populares, con "clientes de siempre, mucha gente mayor, con poca movilidad, trabajadores de la zona y vecinos que vienen cada día a desayunar, merendar o comer". Calcula que atienden a unos 400 clientes diarios y espera que en los pliegos de la nueva concesión se dé importancia al "servicio social que ofrece".

El último día de apertura será el viernes 28 -si al final no logra la deseada prórroga- y Walter se quiere marchar "sin despedidas", aunque desea hacer saber a los numerosos habituales de su bar que se ha "sentido muy cómodo en el barrio, disfrutando de risas y buenos momentos", dice quien se va "desilusionado", pero "con la satisfacción de haber hecho un buen trabajo con un gran equipo".

El ayuntamiento de Palma ha justificado este miércoles el cierre por la necesidad de mejorar el local y se compromete a que el nuevo concesionario deba mantener los puestos de trabajo.

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