El problema es cada vez más desesperante. La madre de Alba está al límite. Su hija de 13 años, con parálisis cerebral, ya no es una niña que pesa poco y coge en brazos con cierta facilidad para subir o bajar las escaleras. Sus 50 kilos se suman a los 50 de la silla de ruedas y a los males físicos que achacan a la progenitora, tanto en varias vértebras como en las dos manos, que deben operarle del túnel carpiano. "Lo he pospuesto porque no tengo a nadie más que pueda ayudarme con Alba", dice Teresa Torres. El problema son los seis escalones que separan la calle del acceso al edificio donde viven, en el Coll d'en Rabassa.

El inmueble situado en Miquel Forteza i Pinya tiene en su interior una silla adaptada para llegar a la primera planta, a su casa, pero en el exterior hay un obstáculo casi insalvable que esta madre lleva ocho años intentando superarocho años intentando superar. Hasta ahora, el Ayuntamiento le ponía pegas porque la rampa que Teresa necesita para Alba debería ocupar unos metros de acera. "El edificio es privado, no cumple con la normativa de accesibilidad y no puede utilizar para ello parte del espacio público, sino que los cambios tienen que hacerse en la propia parcela", explican desde el área de Infraestructuras.

No obstante, los técnicos de la Mesa de Accesibilidad de Cort, dependiente de dicha concejalía, tratan de buscar una solución al caso de Alba en colaboración con el despacho de arquitectura que está ayudándola. En primer lugar, les pidieron que presentasen un estudio de detalle (es una figura urbanística) para poder ejecutar la rampa, basándose en la Ley de Accesibilidad Universal aprobada en 2017 por el Parlament balear, que contempla la ocupación de superficies de espacio libre para garantizar la accesibilidad.

La documentación solicitada es muy farragosa y ha dilatado el proceso, por lo que han optado por buscar "una vía más sencilla" y tienen en mente "soluciones menos invasivas", en palabras de los expertos, como por ejemplo otro tipo de rampa o un elevador con plataforma. La burocracia y la falta de regulación en el ámbito municipal -otras ciudades sí lo han previsto- están retrasando el derecho de Alba a entrar y salir de su casa con su silla de ruedas y la necesidad de Teresa de respirar un poco, aunque los arquitectos que las están ayudando confían en que este año desaparezca el obstáculo hasta ahora insalvable de los seis escalones.

Mientras tanto, madre e hija observan al pasear las obras que está ejecutando Infraestructuras en las calles próximas a su casa para sustituir el pavimento de las aceras y rebajar bordillos en los pasos de peatones. El objetivo es eliminar barreras arquitectónicas en calles como Francesc Frontera, Illes Pitiüses y la suya propia, en cuyo parque infantil se almacena todo el material. Al ver Teresa que el Ayuntamiento llevaba a cabo estos trabajos y continuaba sin ofrecerle una solución para la construcción de la rampa, se le cayó el mundo a los pies.

Tardanza incomprensible

"No es comprensible que tarden tanto tiempo", se lamenta. Ya lo denunció en Diario de Mallorca hace dos años tras seis de espera, cuando aún contaba con la ayuda de su madre, Concha, y de su hija Nerea, pero la abuela está muy mayor y la hermana de Alba vive en la península. Su último hilo de esperanza son los primeros pasos de la Mesa de Accesibilidad para lograr que una adolescente con parálisis cerebral pueda entrar y salir fácilmente de su casa.

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