A la tercera va la vencida. En 2019 la Diada Ciclista quedó suspendida por el mal tiempo. Se repitió el mal parte, éste con dimensiones catastróficas con el huracán Gloria, y el día de Sant Sebastià con más de diez mil inscritos, la Diada volvió a suspenderse. Solo que se decidió posponerla a una semana después. "Hoy sí se puede, hoy sí salimos", coreaban algunos.

Cort y la plaza de Santa Eulàlia, donde se situó el punto de salida, eran un hervidero de generaciones de amigos de los pedales. Sin embargo, tal y como indicaron desde la organización, el número de inscritos, poco más de diez mil, era inferior a los que se apuntaron en 2019. No importó porque el ánimo estuvo alto en un recorrido que sale del centro histórico para bordear parte del litoral de la bahía, subir por el Born, Rambla y alcanzar el Polideportivo de Son Moix. Poco más de cinco kilómetros a pedales.

Hubo rezagados como Patricia Castro que pudo apuntarse en el último minuto para "poder acompañar a mi hijo, Nicolás, de once años, que iba a ir con su padre pero no pudo al final, y ¡aquí estoy yo! ", dijo.

Andrés Marroig, incondicional de las bicicletas, le ha inculcado la afición a su hija Lucía, que abre unos preciosos ojos azules, segura que este año les volverá a ir bien. "Quedamos en buen lugar", ríe.

Mientras el locutor recuerda que la Diada Ciclista, plato fuerte de las fiestas de Sant Sebastià y que ya celebra cuatro décadas, que en realidad con tanto suspenso y demora la de ayer fue la 43 edición, "no es una prueba competitiva, sino participativa y lúdica". La música a toda tralla espoleó los ánimos de los miles de ciclistas que llevaban casi una hora aguardando a que el alcalde José Hila diera la salida.

Si algo caracteriza a esta iniciativa, auspiciada por el Institut Municipal d'Esports, es el encuentro de generaciones. No hay edad para el pedaleo y es un clásico ver a generaciones a lomos del ciclismo. Hay quien porta a sus hijos de pocos años de paquete, y no muy lejos, andan algunos que rondan los más de ochenta.

Otro sello de la Diada es el humor que le echan algunos que no dudan en salir a la pista vestidos de algún personaje propio de las fechas como un Sant Antoni Abad, el amigo de los animales, muy ducho en mover las piernas.

Bicicargos y velas

Boris Gutiérrez se mueve por la ciudad con un bicicargo, una bici con carrito muy habitual en Holanda, Bélgica, pero no en España. En el carrito iba su hijo Lucas, de seis años, que un poco agripado, dejó la bici para ser transportado. Su hermano Simón de nueve sí pedaleó. El padre es el creador de 'Els velers de ses Fonts', una actividad que lleva a cabo en el parque de Camp Redó. Se trata de pequeños veleros que pueden navegar accionados por un pequeño motor. Aprovechó la Diada como reclamo para mostrar esos barcos de de madera hechos con celo.

Al igual que muchos de los participantes de la Diada, Boris no se mueve en coche por Palma, y usan el transporte más sano y sostenible. "Ir en bicicleta es muy saludable; hay que tener más carriles bicis", expresó Andrés. Y aprenderse las normas. Algún chiquillo se subió a la acera en el recorrido hacia la meta de la Diada. Fueron los menos, por fortuna.