La incongruencia más sonada durante la última semana, en discursos de representantes institucionales, fue la de Montserrat Bassa, diputada de ERC que afirmó, antes de facilitar la investidura de Sánchez, que a ella, personalmente, y repitió lo de personalmente, le importaba un comino la gobernabilidad de España. Eligió un comino y no un pimiento o un rábano. Hubiera sido igualmente ofensivo para quienes creemos en el diálogo, en el consenso, en los gobiernos de coalición y en la necesidad de devolver prestigio a la política, incluso a quienes deseamos que su hermana no esté en la cárcel. Pero a mí, acostumbrada a los exabruptos desde las tribunas, solo me quedó en el cerebro la duda de por qué eligió el comino y no otra comparación. Una posible explicación la he encontrado en uno de mis libros de cabecera sobre plantas medicinales para consultas profesionales. En el citado libro se explica la distribución geográfica de las distintas especies vegetales, mediterránea en este caso, y su denominación en las comunidades con lengua propia. ¿Y saben cómo se conoce el comino en Catalunya? Pues se conoce como " comí castellà". Quizás por eso para Montserrat aún valía menos un comino que un bledo, un pito o un pepino.
No soy nacionalista para nada. Y tampoco aguanto el nacionalismo español que hemos sufrido, y sufrimos, demasiado. Maduré cuestionando las banderas y los cañones y defendiendo la cultura y la colaboración. El origen de mi familia es castellano y andaluz, pero sería igual que fuera vasco o gallego. Nací y viví siempre en Palma y pese a que hasta mis 20 años fui exclusivamente castellanoparlante, elegí llevar a mis hijas, ya hace 40, a una escuela con el catalán como idioma vehicular. Ahora domino bien esa lengua y tengo un nivel académico que me permitiría trabajar en la Administración. Lo estudié porque quise, por ambición de conocimiento y amor a mi tierra. Y lo reivindico, como elemento de cohesión y no de división.
Volviendo al comino, resulta que es uno de los ingredientes de las morcillas de Burgos y de morcillas va el siguiente párrafo. Mi advertencia contra las patrias, que hoy intento también trasladar en este escrito, fue una de las morcillas que incorporé al texto del personaje que encarné el pasado 6 de enero, en la obra l'Adoració dels tres Reis d'Orient, de Llorenç Moyá que desde hace 35 años viene representándose en Palma. Es de agradecer, y mucho, el buen hacer de sus directores, Bernat Pujol y Mateu Fiol y la ayuda del consistorio palmesano además de la colaboración desinteresada de artistas, periodistas, políticos y representantes de entidades ciudadanas. A mí, me tocó ser el más malo. De mi cabeza salía la terrorífica idea de matar a todas las criaturas menores de dos años para así deshacerse de quien ponía en riesgo el trono del poderoso Herodes. En un momento determinado blandía una simbólica espada y decía según el texto de Moyà : "Perquè la Patria ho demana; que tot vagi a sang i a foc ..." Todos los textos clásicos tienen vinculación con la actualidad y es bueno recordar que a lo largo de la historia y aún ahora, demasiada gente se escuda en sentimientos fanáticos, para barrer hacia sus intereses. Así que, dada la oportunidad, solté mi última morcilla: "Nines i nins, no ho cregueu, cap patria reivindiqueu, i molt menys a sang i a foc, perquè no hi ha res millor, que viure en pau i amb amor". A buen entendedor...
En política, las contradicciones, las salidas de madre, los excesos y los abusos no los suelen pagar personalmente quien incurre en ellos, sino la convivencia en paz de todos, porque desprestigiar la política es tanto como hacernos retroceder un paso tras otro en la convivencia. Bienvenido el diálogo y el pacto que de poco servirá si de ruido de fondo siguen sonando las barbaridades de unos y otros. Los demonios se llevaron a Herodes en la obra de l'Adoració celebrada en ses Voltes, pero no nos salvarán, ahora, de algunos irresponsables.
CONTENIDO_RELACIONADO
- Montse Bassa, de ERC: "Me importa un comino la gobernabilidad de España"
FIN_CONTENIDO_RELACIONADO
