Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pensar, compartir...

He cumplido 40

Hace 40 años que abrí un comercio en Palma. Aquí sigo y mi intención es continuar, si puedo. No he ampliado mi tienda ni he creado...

He cumplido 40

Hace 40 años que abrí un comercio en Palma. Aquí sigo y mi intención es continuar, si puedo. No he ampliado mi tienda ni he creado sucursales y como mucho he tenido a una persona empleada al mismo tiempo, así que como ven soy una birria de empresaria. Pero aquí sigo, pese al paso del tiempo o quizás gracias al paso del tiempo, como un bicho raro que nunca ha aspirado a nada más que a mantener un puesto de trabajo digno del que poder vivir y con el que poder dar una mano a quien pide consejo. Nunca creí en el "crecer o morir", máxima económica imperante que se rige por la naturaleza salvaje aunque la propia naturaleza a veces la contradiga.

Hoy, cuando lo efímero impera y hasta una parte de lo que se considera arte se jacta de ello, cumplir 40 años en un pequeño comercio quizás sea asombroso. Quizás. Aunque más bien parece antiguo. La verdad, yo abrí un negocio impulsada por las circunstancias, sin saber si duraría o no pero con un contrato indefinido de alquiler que cada año ha ido actualizando su importe según la subida anual tasada. La voluntad, en aquella época, era que las cosas duraran, si era posible. Si tuviera que montar ahora una tienda con una caducidad del local a tres o cinco años, no lo haría porque me mataría la ansiedad de no depender de mí misma, de mi éxito o mi fracaso para continuar o no.

Puede ser que haya tenido suerte o que la haya buscado, no lo sé. Mi tienda me ha permitido acabar mi formación, mantener a una familia, sentirme parte de un barrio y tramar compromisos sociales desde el ordenador y el teléfono entre cliente y cliente. Esa es la ventaja de estar muchas, demasiadas horas cada día en un mismo lugar y no tener jefes. Las desventajas también se pueden contabilizar: inestabilidad, no poder estar de baja y a veces tener el síndrome del prisionero, es decir, sentirme rara si no estoy entre esas cuatro paredes.

Mi tienda se mantendrá un tiempo pero el pequeño comercio está herido de gravedad. Mucho se habla de él y poco se entiende hasta qué punto su desaparición, víctima de las ambiciosas franquicias, de las compras online y de las grandes superficies, es una catástrofe para los barrios y para el entramado de relaciones sociales.

Decía al principio. que no buscar la ampliación, no pretender abrir sucursales y expandirse no es el concepto de empresaria exitosa al uso. Pero merece una reflexión si ampliamos el campo de mira más allá del corto plazo y de nuestras narices. Quizás alguien comparta conmigo la idea de que competir para crecer y pisar al de al lado, no es el único camino, incluso que es un camino desagradable que nos está llevando a un lugar francamente feo. Por ahora ha triunfado la ambición de esparcirse y de acaparar porque cotiza en bolsa y permite figurar en listas de personas o grupos influyentes. Pero ¿a dónde nos lleva?

Volviendo a nuestra ciudad, ahora caigo en que no deben saber de qué añeja tienda les he hablado, pero no importa. Sería inapropiado pretender hacerme publicidad a mí misma además de inútil. Sepan que la propaganda nunca me trajo un cliente.

Compartir el artículo

stats