El local de la Casa Catalana se convirtió durante décadas en el topónimo popular para situar la confluencia de la avenida Comte de Sallent con la pequeña calle Ramón Berenguer III. Incluso años después de que cerrase la sede social de los catalanes en la isla, los carteles con su nombre y la cuatribarrada seguían allí para orientar a los paseantes. Ahora el inmueble construido en 1950 es publicitado como Comte 16 y no albergará conferencias, debates, conciertos, bailes, cine-club o los reconocidos premios Ars Magna, sino 16 viviendas de lujo cuyos precios oscilan desde los 700.000 euros por un piso de 84 metros cuadrados y un dormitorio hasta los dos millones por uno de casi 190 metros cuadrados.

Tras "más de 15 años vacío", la promotora suiza Mexto inició en verano la rehabilitación integral de sus 2.200 metros cuadrados y prevé concluir las obras dentro de un año. El exterior conservará la estética y los colores de antaño, excepto las persianas, que pasan del celeste al marrón, y el interior se transformará por completo. Las 11 viviendas originarias se amplían hasta 16 "con un diseño moderno y urbano", según reza la publicidad de la página web, que no aparece ni en castellano ni en catalán.

No solo los edificios del casco antiguo están siendo reformados pensando en posibles inversores foráneos, ya que la gentrificación se va extendiendo al Eixample con proyectos como este, a dos pasos de la calle Blanquerna, que revalorizó sus pisos y comercios tras la peatonalización.

Lejos quedan los tiempos en que los estatutos de la primigenia Casa Catalana -fundada en 1951 con el nombre de Club Barcelona para evitar la censura- prohibían "hablar de política y de religión". No incluyeron el fútbol, como en la Marina Real Británica, por lo que sus numerosos asociados sí pudieron celebrar los goles del Barça hasta el cierre de la entidad social hace ocho años.