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Conservemos el monumento de sa Feixina

El día 6 de marzo de 1938 se escribieron en el libro de estancias del Hospital Militar de Palma 163 anotaciones. Eran los nombres de los heridos...

Libro de Estancias del Hospital Militar de Palma.

El día 6 de marzo de 1938 se escribieron en el libro de estancias del Hospital Militar de Palma 163 anotaciones. Eran los nombres de los heridos que sobrevivieron al hundimiento del crucero Baleares. También se registró el cargo que esas personas ocupaban en el barco. La mayoría eran marinos, soldados que habían sido obligados a enrolarse y provenían de aquellas provincias en las que triunfó la sublevación militar. Entre ellos, había mallorquines.

En otro listado del hospital datado del mismo día 6 de marzo del 38, se especifica el estado de gravedad y el diagnóstico de los hombres ingresados: gravísimo, menos grave, leve?. abrasiones, conjuntivitis química, quemaduras, rotura pierna, herida incisa, contusiones?

El alud de heridos que llegaron al Hospital Militar se distribuyó y se atendió como se pudo en las distintas salas: Sala de Cirugía, Pequeña Sala de Cirugía, Sala de Suboficiales, Sala de Aislamiento, Sala de la Compañía de Sanidad...

Hay una columna en el libro de estancias hospitalarias que estaba reservada para indicar si el ingresado había fallecido días después. Si eso ocurría, se dibujaba una rudimentaria cruz.

Pero el grueso de los 741 muertos del hundimiento del Baleares se quedó en el mar. Muertos atribuibles al triunfo de la Marina Republicana que con un torpedo certero acabó con el buque. El Baleares pertenecía al bando sublevado y había participado un año antes en una matanza imperdonable durante el bombardeo de la carretera de Málaga a Almería justo en el momento en que la población andaluza estaba intentando huir y ponerse a salvo. Esas atrocidades y más se cometen en las guerras.

Dicen que cuando los barcos con los rescatados del mar llegaron al puerto de Palma, la ciudad se conmocionó. Ver los efectos de la violencia, el dolor, la mutilación y la muerte no dejó a la gente indiferente. Y por supuesto que también debió ser utilizado por los adictos a los sublevados para exacerbar ánimos.

Algunos hombres jóvenes rescatados más o menos ilesos, al tocar tierra, corrieron hacia sus casas en distintos pueblos de la isla, pero pocos días más tarde fueron obligados a entrar de nuevo en la rueda de odio, violencia e injusticia que es la guerra. Uno de ellos, de Porreres, tuvo siempre grabado en su memoria el frío y el miedo que pasó durante horas agarrado a una maderas que flotaban mientras las bombas seguían cayendo, dificultando que otros barcos se acercaran para salvarlos. Y también recordaba algo trivial: el chocolate que le dieron una vez a bordo del buque inglés que lo amparó.

Años después de estos hechos, durante el franquismo, se levantó un monumento en recuerdo de las víctimas del hundimiento del Baleares. Nunca fue para rendir homenaje a un barco asesino, como a veces quieren hacer creer. Hacía tiempo que ya se había planificado y recaudado fondos para tal fin entre empresas y personas a título individual, algunas de las cuales seguro que se vieron obligadas a dar algo de lo poco que tenían porque la libertad dejó de existir durante demasiado tiempo.

Ese monumento ha convivido con nosotros durante más de 70 años. La historia de su origen, hasta hace poco, no era conocida por mucha gente porque el paso del tiempo hace que los monumentos se transformen en referencias urbanas desnudas de significado, excepto el que cada cual le quiera dar vinculado a su vivencia.

Aina Calvo consiguió, con paciencia y trabajo, la unanimidad política y adaptó el monumento de sa Feixina a la Ley de Memoria Histórica, una ley necesaria que obliga a respetar a todas las víctimas. Para adaptarlo, le retiraron al monumento los relieves grandilocuentes de héroes, escudos y patria y quedó mejor, más desnudo y más arquitectónico, como un pequeño rascacielos. Además colocaron una leyenda alrededor del estanque en varios idiomas en el que se puede leer que en su día, ese monumento fue un monumento a unas víctimas y que hoy es una llamada contra las guerras y las dictaduras. El texto de la leyenda era de Josep Moll y lo había aprobado, también por unanimidad, otro consistorio palmesano años antes.

Pero los herederos políticos de los que trabajaron unanimidades decidieron hacerla saltar por los aires hace unos años.

Creo que no hay un solo monumento o edificio histórico que supere un test de derechos humanos y que lo más absurdo que podemos hacer es destruir por ideología. Según quien mande y si nos ponemos tiquismiquis no quedaría en pie nada. Digan si detrás de catedrales, palacios, casas señoriales, possessions y monumentos de la antigüedad no hay abusos de clases sociales y miedo o sexismo o esclavitud.

He sido acusada de fascista por defender el monumento de sa Feixina y los insultos me han caído desde alguna gente importante, culta, muy demócrata y, como yo, de izquierdas. Continuaré asumiendo el riesgo a ser insultada por dar la cara por el consenso y la razón. No hacerlo, pretender destruir como pretende quien gobierna Cort, es peligroso, va contra la memoria y el Patrimonio y favorece el crecimiento del fanatismo de la extrema derecha. Conservemos, pues, el monumento de sa Feixina y respetemos las unanimidades del pasado inmediato porque ahora la estrechez de miras política parece que solo impone y no sabe ni de diálogo ni de consenso ni de pactos ni de acuerdos.

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