Cuando hace años fui a Amsterdam pagué entre 5 y 8 euros de city-tax por noche. Supongo que en parte gracias a ese dinero y a un bagaje cultural importante de la gente de allí y sus políticos, pude ver museos hasta hartarme, palacios y casas señoriales, jardines, esculturas, lugares históricos, calles adoquinadas, canales cuidados y también envidiable nueva arquitectura. Además de con Rembrandt, con Van Gogh o con las dolorosas huellas de la II Guerra, también te topabas con el Ajax en más de una esquina porque el fútbol también es parte de su identidad.
Seguro que la tradición y riqueza cultural es un factor fundamental para el éxito de una ciudad con turismo, siempre que el significado sano de la palabra éxito no contemple ni la explotación exhaustiva ni la adulteración. Lo cierto es que me fui de Amsterdam sabiendo al detalle sus emblemas y símbolos, los pasajes principales de su historia y sus personajes de culto. Y de verdad que no fue porque yo indagara especialmente, es que te lo encontrabas, te conducían a enterarte sin que te dieras cuenta. Igualito que en Palma ¿verdad?
Me he acordado de aquella city tax a raíz de que el regidor de Cultura de Palma haya expresado su preocupación por el destino del dinero de la tasa turística de las Baleares. Temiendo que este año no llegue ni un euro a Palma, ha dicho que si ese recurso no lo gestionan los ayuntamientos y en lugar de ello se destina a cubrir agujeros presupuestarios del Govern, sería pervertir el sentido del impuesto.
Me ha sorprendido que Noguera hablara de perversión del espíritu de la ecotasa actual porque yo pienso lo mismo pero por motivos muy distintos y no he abierto los ojos ahora, sino que los abrí en el mismo momento de su creación.
Cuando resurgió la ecotasa cambiada de nombre y de fondo en la pasada legislatura, siendo Conseller otro miembro destacado del mismo partido político que Noguera, no se atendieron las peticiones de que el montante total se destinara a propuestas ambientales y patrimoniales igual que la anterior. Cada departamento reclamaba recursos para necesidades propias. Inevitablemente se transformó en lo que es, un cajón con dinero en el que todo el mundo quiere meter mano porque no les basta lo que hay. A mi criterio, los gastos necesarios en sanidad, infraestructuras, cuestiones sociales, educación seguridad ciudadana? deben ser cubiertos con los presupuestos comunes y si estos no son suficientes reclamar donde se debe.
Palma quiere ahora el dinero para un polideportivo, rehabilitar un mercado, completar el proyecto del Canódromo y recuperar el destruido tendal de Ses Voltes. Todo debería estar incluido en los presupuestos anuales. No se plantean crear un Museo de la Ciudad con entidad propia al estilo del de Amsterdam, ni la rehabilitación de Can Serra o de Can Weyler, edificios góticos de propiedad pública, ni facilitar ayudas a propietarios de elementos catalogados para que mantengan las fachadas que todos disfrutamos, ni comprar ses cases des Carnatge de las que ya casi no queda piedra sobre piedra?
En resumen, a mí me es igual que el dinero de la tasa turística lo gaste Baleares, Mallorca o Palma. Mi independentismo está bajo mínimos. A mí lo que me importa es en qué se lo gastan, porque la ecotasa original y gloriosa se concibió como una oportunidad que permitía obtener unos extras para toda la ciudadanía que con los recursos económicos de los presupuestos anuales no se podían alcanzar. Y lo fue hasta que la derecha equivocadamente la borró de un plumazo. Esos extras también podrían generar más bienestar, más orgullo, más belleza y más dinero, en un círculo de economía ecológico-patrimonial sano. Pero ya ven, todo se pervierte.
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